lunes, 15 de septiembre de 2014

Desculturizar la cultura - Víctor Vich



 

 

Desculturizar la cultura
La gestión cultural como forma de acción política
Victor Vich
Siglo Veintiuno editores

 
(Buenos Aires)

 
Víctor Vich es profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Este libro le debe mucho a la Maestría de Estudios Culturales en esa universidad, porque algunas de las ideas fueron apareciendo en las discusiones en clase. El autor también agradece a los amigos de la Red Latinoamericana de Estudios y Políticas Culturales, donde se encuentran seis universidades del continente. Ellas están representadas por Alejandro Grimson y Karina Bidaseca (Universidad Nacional de San Martín(Argentina), Mareia Quintero (Universidad de Puerto Rico, recinto Ríos Piedras), Nelly Richard (Universidad de Artes y Ciencias Sociales, Chile), Eduardo Restrepo (Universidad Javeriana, Colombia), y Eduardo Nivón (Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapapala, México).
“Este libro es un intento de contribuir al debate sobre la implementación y el desarrollo de políticas culturales en América Latina. Como sabemos, se trata de un campo que se va afianzando a lo largo de todo el continente y que va contando con una mayor cantidad de gente involucrada: profesionales, activistas, técnicos de todo tipo y académicos han visto en las políticas cuturales no sólo un campo de trabajo sino de profunda intervención y compromiso social. Si tiempo atrás las políticas culturales eran subsidiarias de las políticas educativas (muchas veces, en efecto, su institucionalidad dependía del Ministerio de Educación), hoy el interés por ella ha ido conquistando autonomía y los Estados han comenzado a reconocer su importancia como instrumentos de desarrollo y de cambio social.
Hoy los ciudadanos también nos constituimos (y construimos nuestra visión del mundo) saliendo a la calle, yendo al cine, viendo televisión, escuchando música, leyendo textos, ingresando a internet o integrándonos en diversas asociaciones. Hay que subrayar entonces que las políticas culturales se ocupan de dichos aspectos, es decir, intervienen en todo aquello que enriquece y educa a los individuos pero que se encuentra fundamentalmente fuera de la escuela. Si antes la subjetividad era constituida por la familia, la religión o por el Estado (mediante la escuela pública), hoy podemos afirmar que los ciudadanos somos constituidos, sobre todo, por el mundo de la calle, por las industrias culturales y por los objetos simbólicos; es allí donde se produce nuestra “educación sentimental”y donde se van afianzando nuestras “estructuras de sentimiento” (Williams, 2009 (1977)...”.
“...Contra un sentido común técnico que ha logrado asentarse, incluso en el interior del sector cultural, hay que continuar insistiendo en que las ideas son importantes, que pensar sigue siendo indispensable y que la teoría resulta urgente. La teoría es un instrumento muy útil para identificar los problemas, hacerlos más visibles y comenzar a comprenderlos mejor a fin de intervenir en ellos. No se puede trabajar en la elaboración de políticas culturales si antes no se tiene claro en qué tipo de sociedad se va a intervenir, qué cambios se han producido en ella, qué poderes siguen en curso qué instituciones resguardan a los objetos simbólicos, quiénes los desafían y que tipo de exclusiones generan o reproducen los propios objetos culturales…”.
“...He tenido la suerte de participar activamente en dos campos que todavía tienen pocas conexiones entre sí: el del trabajo académico y el de la gestión cultural. En cada uno de ellos he experimentado mis propios límites y la apremiante necesidad de articularlos. He comprobado cómo una política cultural basada en la simple gestión de eventos pierde todo sentido y, al mismo tiempo, he observado cómo a las discusiones académicas todavía les cuesta mucho llegar a concretarse en planes de intervención cultural. Muchas veces, por ejemplo, me he topado con activistas que han tomado varios cursos de gestión cultural pero cuentan con muy pocas opiniones sobre la sociedad contemporánea; casi no pueden decir nada sobre cómo el capitalismo actual basa buena parte de su poder (y de su dominación) justamente en la manipulación simbólica. Al mismo tiempo, conozco a muchos críticos de la cultura (entre los que me incluyo, desde ya) que se marean al ver un presupuesto y que no saben lidiar con las intensas labores administrativas que la gestión cultural requiere…”.
El libro incluye además una respuesta a Mario Vargas Llosa y su libro La civilización del espectáculo (2010), ya que debate algunas de sus ideas, las pone en diálogo con la teoría crítica y sobre todo, con la opción de generar políticas culturales más involucradas con la transformación social.

 

 

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