domingo, 4 de marzo de 2012

Tiempo del corazón- Correspondencia Ingeborg Bachmann y Paul Celan




























Tiempo del corazón
Correspondencia
Ingeborg Bachmann Y
Paul Celan
Fondo de Cultura Económica

(Buenos Aires)

En las grandes historias de amor todos encontramos nuestra propia historia.
Tiempo del corazón, Correspondencia Ingeborg Bachmann y Paul Celan, reúne las cartas entre
los dos poetas en lengua alemana más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
Celan y Bachmann se encuentran en la primavera de Viena en 1948. Pocos días después de
conocerse, Paul Celan le dedica el poema "En Egipto", con el que inaugura un diálogo epistolar
íntimo y apasionado que se extiende durante más de quince años. La correspondencia y los
encuentros personales se interrumpen cuando las crisis psíquicas del poeta se agudizan, a fines
de 1961 - hay una última carta de 1967 -. La relación entre ellos fue amorosa e intelectual y con-
densó las preocupaciones históricas y literarias más dramáticas y urgentes de la Europa de la
segunda posguerra.
Tiempo del corazón reúne casi doscientas cartas que permiten reconocer las tensiones con la propia escritura, las reflexiones sobre la literatura, el desasosiego y los temores con respecto a la época, la relación con otros escritores y con los críticos, y, también, las distancias, los desencuentros y los silencios. En todas ellas, hay un trasfondo:la lucha por confiar en el lenguaje y alcanzar la palabra, y el esfuerzo de ambos por mantener algún tipo de relación a lo largo de los años. Ingeborg Bachmann era una estudiante de filosofía que se afilió tempranamente al partido PNSTA, y Paul Celan, un judío de Czernowitz, de lengua alemana, sin Estado, que había perdido a sus padres en un campo de concentración alemán y era a su vez sobreviviente de un campo de trabajo rumano. De esa diferencia infranqueable, Paul Celan, deriva su escritura como un poeta judío para lectores en lengua alemana y el gran reto que le plantea a una poesía en lengua alemana después de la catástrofe; para ella, Ingeborg Bachmann que ya antes de este encuentro se había confrontado con el pasado reciente alemán y austríaco, esa diferencia se convierte
en un nuevo impulso para luchar durante toda la vida contra el olvido, y también un impulso para comprometerse con la poesía de Celan.
La escritura ocupa el centro de la vida de ambos corresponsales, a quienes en los años cincuenta se solía mencionar sin solución de continuidad como los principales representantes de la lírica de posguerra en lengua alemana. Pero para ninguno de los dos escribir es algo sencillo, tampoco escribir cartas. La lucha por el lenguaje, la disputa con la palabra, adquiere un lugar central en la correspondencia. Continuamente se habla de cartas no enviadas: algunas no salen y son desechadas, algún que otro intento se guarda de todas formas y está entre las cartas como testimonio de una duda. Otros borradores se adjuntan a cartas muy posteriores, no siempre completos porque hay algunas cosas de las que el interlocutor no debe enterarse; también el tiempo transcurrido entremedio los "atenúa", y así pueden transmitir lo que en su momento no se le podía decir al otro. Mejor dicho: lo que no se podía escribir. Porque sobre todo Bachmann le tiene más fe a lo oral, a veces incluso al relato de amigos mediadores que, como dice ella, pueden describir mejor las dificultades. Un "tu sabes" y un "tú ya sabes" sustituyen muchas veces la manifestación directa; hay telegramas o cartas breves que anuncian otras cartas más extensas que después no siempre llegan. Y siempre los pedidos de cartas, el mendigarlas incluso: Bachmann reduce sus pretensiones a un "Escríbeme simplemente", y Celan evidencia, en una frase bastante poco ortodoxa: lo difícil que se le hace incluso ese pedido: "Ahora te escribo, no más que unas líneas para pedirte también que escribas unas líneas". El silencio sostenido del otro hace que el que espera a veces también se ponga a pensar en los motivos que puede haber dado él: "porque con mi catarata de palabras al teléfono te lo hice aun más difícil" o "Tal vez no te haya escrito una carta muy inteligente". A veces lo único que queda es invocar las posibilidades del diálogo: "Encontremos las palabras".
El libro incluye además las correspondencias entre Ingeborg Bachmann y Gisèle- Lestrange y Entre Paul Celan y Max Frisch.

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