jueves, 23 de diciembre de 2021

Una Navidad, cuento de Truman Capote

 




Una Navidad– Truman Capote

Traducción Paula Brines


(Buenos Aires)

El cuento Una Navidad del escritor norteamericano Truman Capote está incluido en el libro Cuentos completos, del mismo autor, publicado por la editorial Anagrama. El cuento tiene fecha de publicación 1982.

El narrador en primera persona inicia el relato con un breve preámbulo autobiográfico donde  describe a sus padres. La madre, una mujer excepcionalmente inteligente, la chica más guapa de Alabama. Se casó a los dieciséis con un hombre de veintiocho años que provenía de una buena familia de Nueva Orleans. El matrimonio duró un año. La madre abandonó al marido y dejó al niño al cuidado de su numerosa familia de Alabama. Quería ir a la universidad para tener una carrera.

Durante años, el niño rara vez vio a ninguno de sus padres. “Mi padre tenía asuntos en Nueva Orleans” dice el narrador y “mi madre, tras graduarse, empezaba a abrirse camino por sí misma en Nueva York”.

A pesar de no estar en contacto con sus padres, el narrador describe su vida entre parientes – tías, tíos y primos y una mujer, una prima ya mayor ligeramente tullida llamada Sook – como una vida no desagradable.

Además describe a Sook como su mejor amiga, quien le habló de Papá Noel, de su barba abundante, su traje rojo y su ruidoso trineo cargado de regalos. “Y yo le creí, del mismo modo que creía que todo era voluntad de Dios, o del Señor, como siempre le llamó Sook…” dice el narrador.

Describe su apacible vida entre estos parientes hasta que llegan noticias alarmantes de Nueva Orleans: el padre quiere que el niño vaya a pasar con él la Navidad.

“Nunca había salido de aquella aislada y pequeña ciudad de Alabama, rodeada de bosques, granjas y ríos. Jamás me acostaba sin que Sook me peinara el pelo con los dedos y me besara para darme las buenas noches. Además, me asustaban los extraños, y mi padre era un extraño” afirma el narrador.

Pero Sook convence al niño para que vaya a pasar la Navidad con su padre:
“Es la voluntad del Señor. Y, quien sabe, Buddy, quizás hasta veas la nieve”.

Así, con la promesa de ver la nieve, el niño emprende solo un viaje de más de setecientos kilómetros en autobús, con un paisaje muy distinto al que está acostumbrado a ver, por tierras pantanosas a lo largo de la costa, “hasta llegar a una ciudad ruidosa, con tranvías tintineantes y mucha gente peligrosa con pinta de extranjera”. Así es la descripción que hace de Nueva Orleans.

Al llegar lo recibe el padre, un hombre alto y apuesto quien se sorprende porque el niño no lo reconoce. Lo primero que hace el recién llegado es preguntar por la nieve y se desilusiona enseguida porque el padre asegura que nunca ha nevado en Nueva Orleans.

La primera noche en la casa de su padre, el niño empieza a pensar en los regalos que le gustaría que le trajera Papá Noel: un cuchillo con mango de nácar, un gran rompecabezas, un sombrero de cow-boy, un rifle BB para matar gorriones, una caja de lápices y más que cualquier otra cosa, una radio.

El narrador afirma que no conocía ni a diez personas que tuvieran una radio. “Era la época de la Depresión y en el Profundo Sur eran pocas las casas que tenían radio o refrigerador”.

Pero el padre tenía las dos cosas. El narrador describe al padre como alguien que parecía tenerlo todo: un auto con el asiento trasero al descubierto, una casita de color rosa en el Barrio Francés.

Poco se sabe del padre del niño, hasta que lo describe como alguien que tenía media y hasta una docena de amigas. Si bien la madre nunca volvió a casarse, a pesar de tener admiradores, el padre sí lo hizo, seis veces.

La diferencia entre vivir en una zona rural,  en Alabama, y estar en Nueva Orleans, viviendo una vida más urbana, hace de contrapunto en la narración. En Nueva Orleans el niño usa unos incómodos zapatos a los que siente pesados, como una especie de tortura. También sufre los cambios de comida de un lugar a otro.

Pero el niño no quiere decirle al padre lo desgraciado que se siente. Y cuando el padre le pregunta acerca de si quiere vivir con él en Nueva Orleans, el niño le dice que extraña a Sook y  a sus mascotas.

En vísperas de Navidad, el niño descubre en el escaparate de una gran tienda de juguetes la maqueta de un avión, “lo bastante grande como para sentarse dentro y pedalear como en una bicicleta”. Se despierta en él la fantasía de volar y causar admiración entre sus primos.

Y reza para que Papá Noel le traiga el avión.

La convivencia con el padre, el cambio de costumbres no le resulta fácil al niño.

Cuando llega la Nochebuena, el niño está esperando la llegada de Papá Noel con los regalos. Si bien el niño cree en el personaje navideño, uno de sus primos, Billy Bob, lo había confrontado, diciéndole que no existía.

La casa del padre “podría haber sido confundida con la casa de un rico; era más bien la casa de un hombre con pretensiones de elegancia”.

Muchos años después, cuando el niño vivía en un internado de Nueva Inglaterra, en una visita, la madre le dice al hijo que la vida ostentosa que lleva el padre se debe a las mujeres ricas con las que el hombre tiene relación.

Durante esa visita de la madre que el narrador describe con amarga ironía, el personaje se refugia en los recuerdos de la extraña e inolvidable fiesta que dio su padre en Nueva Orleans aquella Nochebuena.

Es una fiesta de invitados elegantes, mujeres y hombres y bastante mayores que el padre.

El niño pasa despierto toda la noche, esperando la llegada de Papá Noel. Al amanecer, el niño empieza a mirar las tarjetas de los regalos, todas decían “para Buddy” excepto una que estaba destinada al ama de llaves y empieza a abrir los regalos, entre ellos “una pistola de pistones” con la que decide hacer ruido y despertar al padre.

Cuando el padre pregunta si le gustan los regalos que le ha traído Papá Noel, el niño responde afirmativamente pero le pregunta qué es lo que le va a regalar él.

El niño le pide el avión que vieron en la vidriera de una juguetería. Falta poco para emprender el regreso a Alabama y consiguen comprar el avión para llevar en el viaje.

El padre no quiere que el niño regrese con los parientes de Alabama, a quienes describe como “una familia de locos”. “Hay que ver lo que han hecho contigo. ¡Un niño de seis años, casi siete, hablando de Papá Noel!

“Todo es culpa suya, de esas viejas solteronas agriadas, con sus Biblias y sus calcetas, de esos tíos tuyos, todos borrachos”, le dice el padre, en evidente estado de ebriedad, y ya camino a la estación. Y le inflinge una retahíla de descreimientos. Esta parte, donde el padre está desesperado por la partida del hijo y el niño, está aterrado por temor a perder el autobús y preocupado por el avión que viaja con ellos en el taxi, es uno de los mejores tramos del cuento.

Antes de separarse el padre le pide al niño que le diga “Te quiero”, pero el niño no se puede expresar. El padre se queda hasta ver cómo el niño está acomodado en el autobús.

La maestría de Truman Capote para narrar hace que el final del cuento cierre con un broche de oro: el niño siente un dolor agobiante que lo hiere por todas partes. “Pensé que, si me sacaba los pesados zapatos de ciudad, auténticos monstruos torturadores, aquella agonía remitiría. Me los quité, pero el misterioso dolor no me abandonó. En cierto modo, nunca me abandonó, nunca más lo hará”.

Ya en la casa de Alabama, el niño conversa con Sook, mujer muy creyente que ante las dudas del niño por todo lo que ha vivido, afirma que:
“Por supuesto que existe Papá Noel. Sólo que es imposible que una persona haga todo lo que hace él. Por eso el Señor ha distribuido el trabajo entre todos nosotros. Por eso todo el mundo es Papá Noel. Yo lo soy. Tú lo eres. Incluso tu primo Billy Bob”.

Antes de dormirse el niño recapacita: “la última cosa que recordé fue la voz serena del Señor encomendándome algo que hacer”. Al día siguiente el niño va con Sook a la oficina de correos y compra una postal de un penique.

Todavía existe esa postal, dice, “fue hallada en la caja de caudales de mi  padre cuando murió, el año pasado. Esto es lo que le había escrito: “Hola papá espero que estés bien como yo y estoy aprendiendo a pedalear muy rápido en mi avión estaré pronto en el cielo así que mantén los ojos abiertos y sí te quiero Buddy”.

Truman Streckfus Persons, famoso bajo el nombre de Truman Capote (1924-1984), nacido en Nueva Orleans, Louisiana. Estudió en Connecticut. Fue sucesivamente libretista de cinematógrafo, bailarín en un barco fluvial, y cadete en la revista New Yorker. A los diecinueve años ganó el premio O. Henry  con su relato Miriam, el mismo premio le fue otorgado en 1948 por Shut a Final Door (Cerrar una puerta final). Su primera novela Otras voces, otros ámbitos, de 1948, que muchos creyeron autobiográfica, lo hizo famoso. En 1951 publicó The Grass Harp (El harpa de hierba), que había escrito en Sicilia y cuya parte de verdad no fue sospechada por nadie.

Abordó dos veces el teatro con escasa fortuna. En 1956 publicó Muses Are Heard (Oídas son las musas), que refiere su viaje a la Unión Soviética acompañando la producción de Porgy and Bess.

Es curiosa la historia de su libro In Cold Blood (A sangre fría) (1966), donde un cuádruple asesinato en un pueblo de Kansas es el tema, y utiliza este hecho atroz para crear un género nuevo, que participa del periodismo y la literatura. In Cold Blood está redactada con una objetividad casi inhumana que recuerda ciertos experimentos literarios intentados en Francia.

Truman Capote está considerado como uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo XX.

Son reconocidos sus  libros Otras voces, otros ámbitos, El arpa de hierba. Un árbol de noche, Desayuno en Tiffany´s, A Sangre fría, Música para camaleones, Plegarias atendidas, Retratos, Tres cuentos, Los perros ladran y Cuentos completos.

Bibliografía:

Truman Capote, Cuentos completos, editorial Anagrama

 Jorge Luis Borges, Introducción a la literatura norteamericana, editorial Emecé

domingo, 12 de diciembre de 2021

Caracú de Susana Szwarc, una poética libre y pasional por María Laura Prelooker


Caracú
Susana Szwarc
Pixel editora
 

(Buenos Aires) 



Cada tarde vuelve la pregunta
¿y si tuvieras que elegir un recuerdo?

Atajos - Caracú -Susana

¿A qué se dedica Susana Szwarc? ¿Qué géneros recorre, por qué carriles transita su poética, su obra, su palabra? Preguntas que me hice siempre que tuve en mis manos alguna de sus obras.

Abro “Caracú”, su nuevísimo poemario (después de disfrutar del hermoso objeto que es este libro editado   correctamente   por PIXEL editora   y con la exquisita   imagen de tapa de una pintura cedida por el artista Moshe Hemain). Y no puedo dejar de repetir Caracú,   esa sonora palabra que canta en sí misma.

Recorro los poemas. Ahí dice, de entrada, caracú. El hueso del puchero y el amor hasta el caracú. El significante que puede degustarse, devorarse, comerse, chuparse. La ineludible transposición erótica: lo que nos trae en sí misma, sonora, la palabra que bautiza este libro, el acto de comer vuelto erotismo, deseo, hambre sexual, literatura.

Recorro los poemas hacia adelante. Regalos de felicidad. Juegos sonoros, juegos de palabras, entrecruzamientos dialectales. Susana juega con las palabras. Las usa. Al mismo tiempo libera generosa  los senderos asociativos. Una palabra lleva a la otra. La lógica y su corsé desaparecen. Se entremezcla la musicalidad sin perder nunca el hilo, el tejido (tan lejos, tan lejos del hilván, Susana borda sabiamente cada uno de sus poemas sin dejar el azar de cabos sueltos, a menos que setrate de un deseo de flecos de palabras, o sonidos, o ideas)

No puedo evitar el recuerdo de Trenzas, o La muertita. Prosa poética, dirían algunos. Y digo: Deconstrucción de la idea de novela. Destrucción de géneros, rotunda ambiguación. Con maestría, Susana embarró la prosa con resonancias de poema. Y digo barro, la sustancia primigenia de la tierra, como son los recuerdos del Chaco de los que se nutre: ese Chaco en donde hay calor, baldes, gotas de agua, frutos, entremezclado con los otros climas del mundo.

Aquí en Caracú, los dialectos se hermanan; impera la gran cuestión de la lengua,

"Decir: ¿es una cuestión de idiomas?"

O la sonoridad en pie de igualdad,

“La jota me gustaba. Comencé a pensar palabras con   jota como ojota ojo ají… ”

Liberada, sinónima a la pura y personal significación. Pero también está la deconstrucción del poema. La idea de caracú que se impone desde la tapa persiste y gira como voluta luminosa a través del poemario, de principio a fin.

Susana sale con su poética a disputar el sentido a los géneros. Hace poesía en sus novelas y relatos en sus poemas, vuelve canción sus pensamientos y mezcla, abundante, su poderosa mirada derramándola en forma de palabras, poemas, sustancia del caracú y su canción. Se libera de barrotes antiguos creando una poética libre y pasional, como cuando estamos enamorados hasta el caracú.  

¿Hay cosas que no querríamos explicar?

No querríamos explicarnos ciertas cosas: sólo leerlas en la poesía de Susana Szwarc.

 

María Laura Prelooker   (Buenos Aires, 1964) es escritora y docente especializada en literatura infantil y juvenil. Es autora de Ninguna tierra es firme (2013, novela corta, 2 ° premio de la Secretaría de Cultura de CABA), Diario C (2014), Buk 33 (2015), She Was y Las viudas de la Shegua (poemas, 2016) y Cuba, imágenes y miradas (relatos de viaje, 2018). Trabaja como docente en la Ciudad de Buenos Aires y coordina talleres literarios. Pertenece a la Red de Escritoras de Microficción. Participó también en diversas antologías en la Argentina y España, colaboró ​​con la revista digital SOCOMPA, periodismo de frontera y publicó títulos pedagógicos en la República de Ecuador. Actualmente trabaja en una novela, La mujer anterior, que se publicará en 2022