sábado, 15 de febrero de 2020

La resolana. Cuentos Reunidos de Susana Szwarc


La resolana
Cuentos reunidos
Susana Szwarc
Prólogo de Ana María Shua
Editorial Contexto


(Buenos Aires)
 En el libro La Resolana hay cuentos reunidos de Susana Szwarc, seleccionados de tres libros: “El Artista del Sueño y otros cuentos” (1981), El azar cruje” (2006), “Una felicidad liviana” (2007), un texto publicado en la Revista Tokonoma, textos inéditos y Microrrelatos. Fue publicado por Editorial Contexto, de Resistencia (Chaco), en la Colección “Los Imprescindibles” en la que convergen los más destacados autores regionales.
Tiene un prólogo de la admirada Ana María Shua que hace un análisis fantástico de la obra.
Subrayo lo que dice Ana María Shua sobre el orden poético y polisémico de la escritura de Susana Szwarc. Yo diría un orden no lineal, por ser poético es un orden no lineal, analógico, donde lo real pierde su cauce y se fragmenta. Y el agua, que está presente todo el tiempo, “es como el compuesto de un mundo que arrasa. Ya derramado el cauce no hay lugar para la lógica convencional.” Dice Ana María Shua -y es así- que los personajes son “desterrados del mundo que corren tras un lugar en la realidad”. 
Haciendo honor a la verdad debo decir sin temor a equivocarme que es el libro de cuentos, de relatos, más maravilloso que leí en mi vida.
Sentí que hay mucho silencio en el libro. Un silencio que suena más fuerte que las palabras, el silencio de lo que pareciera indecible. Es un silencio que se dice con inocencia, con crudeza, con belleza. Las cosas se impregnan de emociones, de sentido, de historia.
Y no hacen falta ampliaciones declarativas.
Hay una cita de Nicolás Rosa al inicio del libro: “¿Qué cosa es escribible?” -se pregunta.  “Esta pregunta, al deshumanizarnos nos enfrenta al desierto de la historia”. Cuando el encargo social es el que decide qué es lo escribible y lo que no.
En “El artista del sueño”, el cuento con el que se inicia el libro, el artista del sueño que había sido depositario de sueños inconclusos pretendía alguna vez descubrir el final de la historia. Quería seguir soñando, pero colocaron diques a esos sueños, les pusieron precio e hicieron demasiado ruido.
“Las autoridades, viendo el fervor que producía ese extraño sujeto decidieron protegerlo y alimentarlo, y aumentar así la industria turística” (…) “Ahora sólo los pájaros cantan”.
 “Palomas espantadas” pareciera una obra teatral dentro de un cuento. Una mujer aplaude -imitando a una paloma- al espectáculo “La muerte de la paloma”.
 Ambos cuentos terminan en el silencio.
También está presente el silencio en “Incertidumbre”, y siento que en los cuentos hay desdoblamientos, las fronteras son borrosas como el título del libro, entre el yo y el otro o lo otro, entre el adentro y el afuera, dos mujeres que se miran a los ojos, mujer y pájaro. El relato puede terminar de modo imprevisible, feroz, libre, como en el juego, ese espacio transicional entre el yo y lo otro donde todo es posible, lo decía Winnicott en “Realidad y Juego”.
Dice en “Incertidumbre”:
“Hace horas y horas y días que espero, ¿soy yo la perdida o se han perdido aquellos a los que espero?”, “Me asusta demasiado el vuelo del pájaro, creo que el pájaro también tiene miedo porque se enreda sobre mi cabeza”, “Debería encender el fuego, sin embargo, sigo aquí sentada sobre el polvo”.
En “Contemplación” el afuera pareciera absorber el adentro hasta tener un valor ontológico propio. Dice: “el único sentido de mi existencia se convirtió en ese contemplar las fotografías inmensas”.
En “Una pequeña mujer y un pequeño Juez” se lee:
“Sr. Juez, hace tantos días y noches que camino sin detenerme huyendo de un crimen, pero ya no tengo fuerzas para resistir. (…) Quiero que me encierre en alguna celda vacía porque soy yo la que quiere matar, sin querer”.
En “No camines en el barro”: “…hace mucho que no llovía en el pueblo y las lágrimas mojaban extrañamente la tierra”. Es un cuento que tiene varios finales. De este cuento se hizo una ópera, inspirada en el cuento y con el mismo nombre “No camines en el barro”, que fue estrenada en Carlos Paz.
En “Jabalí” se habla de las desapariciones, del desprendimiento de cuerpos extraños. Se lee:
“Miré el pulgar de la infancia. Había dejado de sangrar y la cicatriz había desaparecido ¿cuándo? Antes se veía esa línea, ahora la cicatriz estaba sola en la memoria. Sin cuerpo. Sin mancha. A la deriva”.
“Me puse a buscar “El dolor” de Vladimir Holan. Quería leerlo, pero me distrajo una gillette que estaba como un pétalo entre las páginas”. Un Holan que luego pregunta: “Crees que no soy más mortal que mi cuerpo” y escribe en un papel: “El pensamiento perdido en los ojos del ciervo / reaparece de nuevo en la risa de un perro”. 
En “Apelación” el afuera va hacia adentro. Y dice “Por eso me quedó esta costumbre de -tirada en cualquier parte, un pedazo de tierra, un andén –mirar el cielo, encontrar las nubes gruesas, alimentadas, y sólo así, hacia esas nubes, jadeo, grito, el mundo entra en mi boca”. 
Siento que la escritura de Susana Szwarc es una escritura en carne viva, conmovedora. Por momentos es una crónica entre el afuera y el adentro, donde conviven tiempos y dimensiones diferentes, donde las cosas tienen alma y vida propia y dicen lo indecible. No hay nada explícito. Parte de un misterio y va hacia otro, entre silencios, nubes, lloviznas, inundaciones, diques. Vagones que se suceden, desbordan tiempos y lugares y contienen, a veces.
En el cuento “De lápida en lápida” se lee: “En el cementerio nos escondimos todas, entramos todas, debajo del vestido de mamá / Cuando salimos cada una era más alta que ella. Comenzamos a despedirnos”.
Luego viene “de Una felicidad liviana”. Las frases, las palabras se van hilando como cuentas, cada una encierra un mundo, aunque parecieran estar en un derrotero sin sentido, y tampoco preocupa profundizar demasiado en eso. En “Anotaciones” dice “A mí no me gusta que me exploten / A mí tampoco/ A mí tampoco / Ni a mí. Estoy cansada/ Vamos a dormir / Hace frío / Estirá los diarios/ Está amaneciendo /Me abrazás / Dale, mostrame qué anotaste”.
En “El Pañuelo” me pregunto cómo se puede contar lo más tremendo con palabras tan inocentes y bellas. Se lee “Hasta ahí nuestra madre saltaba de un lado al otro del pañuelo. Era las dos nenas de las escuelas de Polonia o en Sudáfrica o en El Salvador o en la escuela argentina o. Decía, como actriz/relatora no recordar el país exacto, el año exacto pero que -para esta historia- daba lo mismo...”
En “Profundidad” dice “No quiero hundirme en la profundidad. La oscuridad me da miedo. No soy un árbol. Si meto mis piernas en la tierra profunda será como no ver el sol. Me gusta corretear por la superficie. Pero si todo lo que pedís para amarme es la profundidad, te prometo morir y que mi tumba sea la más profunda de la tierra”.
“Circular” me recordó otra de las citas del principio, de Wislawa Szymborska “En los trágicos desfiladeros el viento se lleva los sombreros y eso nos da risa”.
Y ahora, al final de la lectura regreso a la frase del principio. La cita de Nicolás Rosa: “Escribir algo, hacer del verbo escribir un verbo transitivo. Ya no se trata de saber quién escribe o por qué escribe, sino saber qué cosa es escribible, pregunta que al deshumanizarnos nos enfrenta al desierto de la historia. Esto me recuerda otra frase de Clarice Lispector en un Soplo de Vida: “Pero la palabra fue de a poco desmitificándome y obligándome a no mentir”.
En la presentación de este libro en la feria del libro en Resistencia, Chaco, hace un mes,  ha dicho la escritora y antropóloga Elizabeth Bergallo: La escritura de Susana Szwarc es una escritura en carne viva, conmovedora. Por momentos es una crónica entre el afuera y el adentro, donde conviven tiempos y dimensiones diferentes, donde las cosas tienen alma y vida propia y dicen lo indecible. No hay nada explícito. Parte de un misterio y va hacia otro, entre silencios, nubes, lloviznas, inundaciones, diques. Vagones que se suceden, desbordan tiempos y lugares y contienen, a veces. Haciendo honor a la verdad debo decir sin temor a equivocarme que es el libro de cuentos, de relatos, más maravilloso que leí en mi vida.

(c) Graciela  Elizabeth Bergallo
Graciela Elizabeth Bergallo es escritora y Magister en Antropología Social 



La presentación del libro por Graciela Elizabeth Bergallo se realizó en la Feria del Libro de Resistencia, Chaco y  en Buenos Aires en la Sala Pugliese del CCC con la presencia de los escritores Ana María Shua, Francisco Tete Romero y Juano Villafañe, música del compositor Fernando Maglia y cuentos en la voz de la actriz Susana Varela.

Susana Szwarc  nació en Quitilipi, Chaco. Ha publicado  libros de poesía y narrativa. Son algunos en poesía: Bailen las estepas, Edic. De la flor (1999), reeditado en  Ediciones Liliputienses, España (2016);  Bárbara dice, Editorial Alción (2004) / en francés: Barbara dit, Abra Pampa Éditions (2014); El ojo de Celan, Ed.Alción (2015) /en italiano:   L’Occhi di Celan, Edizioni  Fili d’Aquilone (2016) en breve su reedición en la Editorial Polibea.  En prosa ha publicado entre otros: Trenzas, ed. Legasa en 1991, reeditado  en Ediciones Entropía (2016)  y publicado recientemente en Austria en la editorial Löcker con traducción de Erna Pfeiffer; La muertita o la novela que, Ed. La mariposa y la iguana (2016);  ha sido la antóloga, entre otras antologías, de  Puentes poéticos, (edic. Desde la gente, 2018).  En el 2011 fue estrenada en Carlos Paz (Córdoba) la opereta No camines en el barro  compuesto por Cristian Varela, basado en un cuento del mismo nombre. Ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos Premio Regional por Trenzas; Premio Único de Poesía por la Secretaría de Cultura de Buenos Aires y la Beca del Fondo Nacional de las Artes.