domingo, 28 de julio de 2013

Un tiempo de rupturas- Sociedad y cultura en el siglo XX - Eric Hobsbawm


Un tiempo de rupturas
Sociedad y cultura en el siglo XX
Eric Hobsbawm
Traducción castellana de Cecilia Belza y Gonzalo García
Crítica, Barcelona

(Buenos Aires)

El historiador Eric Hobsbawn (1917-2012)  analiza e interpreta en su obra póstuma Un tiempo de rupturas - Sociedad y cultura en el Siglo XX, lo que les sucedió al arte y a la cultura de la sociedad burguesa una vez que esta sociedad desapareció, en la generación posterior a 1914. Figura emblemática del pensamiento europeo, con una larga militancia política, Hobswam fue miembro del Partido Comunista británico hasta que éste se autodisolvió en 1992.
"Este libro trata sobre lo que ha sucedido con el arte y la cultura de la sociedad burguesa una vez esta se desvaneció, con la generación posterior a 1914, para no regresar jamás.
Versa sobre un aspecto del terremoto global que la humanidad viene experimentando desde que la Edad Media terminó repentinamente, para el 80 por 100 del globo terráqueo, en la década de 1950, y hacia los años sesenta, cuando los gobiernos y las convenciones que habían regido las relaciones humanas se desgastaban a ojos vistas en todas partes. Este libro, por lo tanto, trata también sobre una era de la historia que ha perdido el norte y que, en los primeros años del nuevo milenio, mira hacia delante sin guía ni mapa, hacia un futuro irrreconocible, con más perplejidad e inquietud de lo que yo recuerdo en mi larga vida. Tras haber enseñado y escrito de vez en cuando, desde mi perspectiva de  historiador, sobre la curiosa interconexión de la realidad social y el arte, en los últimos años del siglo pasado me invitaron a hablar sobre ello - lo que hice con escepticismo - los organizadores del festival anual de Salzburgo; un festival que es un notable vestigio de El mundo de ayer, de Stefan Zweig, quien tenía un fuerte vínculo con él. Estas conferencias representan el punto de partida del presente libro, escrito entre 1964 y  2012. Más de la mitad del contenido jamás se había publicado antes, al menos en inglés...".
"...Cómo pudo el siglo XX afrontar la descomposición de la sociedad burguesa tradicional y los valores que la mantenían unida? Este será el tema de los ocho capítulos de la tercera parte de este libro, un conjunto de reacciones intelectuales y antiintelectuales ante el fin de una era. Entre otras cuestiones, se considera el impacto de las ciencias del siglo XX en una civilización que, por muy entregada que estuviera al  progreso, no podía comprenderlas y se veía socavada por ellas; la curiosa dialéctica de la religión pública en una era de secularización acelerada; y unas artes que habían  perdido sus antiguos nortes y no lograron dar con otros, ni a través de su búsqueda modernista" o "vanguardista" del progreso, en competición con la tecnología, ni a través de la alianza con el poder, ni tampoco, finalmente, por la vía de someterse, con desilusión y resentimiento, al mercado. ¿Qué le falló a la civilización burguesa? Aunque se basaba en un modo de producción que todo lo destruye y todo lo transforma, de hecho su actuación, sus instituciones y sus sistemas políticos y de valores estaban pensados por y para una minoría; aunque fuera una minoría que podía expandirse, y así lo hizo. Era (y sigue siendo) meritocrática, lo que significa que no era igualitaria ni democrática...".

¿Adónde van las artes?

"...Las artes, en nuestro siglo, se caracterizan por depender de una revolución tecnológica única desde el punto de vista histórico, revolución que además las ha  transformado, especialmente por medio de las tecnologías de la comunicación y la reproducción. Porque la segunda fuerza que ha revolucionado la cultura - me refiero a  la sociedad de consumo de masas - es impensable sin la revolución tecnológica; sin  el cine, por ejemplo, o la radio, o la televisión, o el reproductor de música portátil. Pero es precisamente esto lo que permite pocos pronósticos generales sobre el futuro del arte como tal. Las antiguas artes visuales, como la pintura y la escultura, se habían conservado hasta hace bien poco como formas de artesanía pura; simplemente, no se habían industrializado - de ahí, por cierto, la crisis en la que se hallan sumidas hoy-.
La literatura, en cambio, se adaptó a la reproducción mecánica hace medio milenio, en los días de Gutenberg. El poema ya no se concibe para la representación pública (como sucedía con la épica, que en consecuencia desapareció tras la invención de la imprenta), ni tampoco (como es el caso, por ejemplo, de la literatura clásica china) como una obra caligráfica. Se trata, sencillamente, de una compilación mecánica de  símbolos alfabéticos. Dónde, cuándo y cómo recibimos ese resultado - sobre papel, una pantalla o cualquier otro soporte - no son cuestiones que carezcan de toda importancia, pero sí secundarias...".
"...La antigua sociedad burguesa fue la era del separatismo en las artes y la alta cultura. Como sucediera antaño con la religión, el arte era algo "más elevado", o un peldaño hacia algo superior: la "cultura". Gozar del arte guiaba hacia una superación espiritual  y era una especie de práctica devota, ya fuera privada - como la lectura - o pública - en teatros, salas de concierto, museos o emplazamientos famosos del mundo cultural, como por ejemplo las pirámides o el Panteón-. Se distinguía marcadamente de la vida cotidiana y del mero "entretenimiento", al menos hasta el día en que el "entretenimiento" ascendió al nivel de la cultura; por ejemplo, Johann Strauss dirigido por Carlos Kleiber,  en lugar de Johann Strauss interpretado en una taberna vienesa, o cuando los críticos  de París elevaron a la condición de arte las películas de Hollywood serie B. Por descontado que aún existe este tipo de experiencia artística, como demuestra, sin ir  más lejos, esta participación nuestra en el Festival de Salzburgo. Pero, para empezar, culturalmente no está al alcance de todo el mundo y, por otra parte, ya no representa la  experiencia cultural prototípica, al menos para las jóvenes generaciones. El muro entre cultura y vida, entre reverencia y consumo, entre trabajo y placer, entre cuerpo y espíritu, está siendo derribado. Dicho de otro modo: la "cultura", en el sentido burgués y críticamente valorativo del término, está dejando paso a la "cultura" en el sentido antropológico o puramente descriptivo...".
Este libro, el último que dejó escrito Hobsbawm, es una gran aportación a la historia de la cultura del siglo XX, como lo señala el profesor Richard Evans: “Leyendo este libro he aprendido una enorme cantidad de cosas que antes no sabía”. Pero es también una reflexión sobre un presente convulso, un tiempo de incertidumbre en que, nos dice Hobsbawm, miramos hacia adelante con perplejidad, sin guías que orienten nuestro camino hacia un futuro irreconocible.



martes, 23 de julio de 2013

Cordelia en Guatemala - Graciela Cros



Nueva edición de "CORDELIA EN GUATEMALA"
Graciela Cros
Ediciones La liebre gris,  Bariloche, junio 2013.


(Buenos Aires)

De cómo Graciela Cros dio a luz a “Cordelia en Guatemala”,
atravesando otras Cordelias y otras lenguas en el transcurso de su saga.


Hacer de lo imaginario una virtud

El concepto de creación ex-nihilo es desarrollado por Lacan en su Seminario 7, “La ética del Psicoanálisis”, donde habla de un vacío (una nada, un agujero) que “crea”
o a partir del cual se crea. (Modelamos esa nada porque somos naturalmente alfareros). La metáfora del alfarero la toma del Antiguo Testamento, pero para Lacan la creación ex nihilo crea en el mundo natural por medio de la irrupción de La Palabra. Cuando leemos “Cordelia en Guatemala”, podríamos llegar a creer que estamos ante un verdadero libro  (un cuerpo,  un objeto artístico, una construcción de palabras, un edificio neoclásico ligeramente parecido a un calabozo como un grabado de Piranesi).


Pero no.


Lo que tenemos entre manos es un vacío, un hueco, un huevo hueco en su vacío. La empolladura de la materia poética en su perfecta anomalía de objeto sin acabar. La noticia es que Graciela Cros ha puesto un artefacto estético de singularidad extrema a circular por el mundo de la Poesía.
Hueco, huevo, empolladura hueca. Desde ese vacío se desenrolla el mutis por el foro, una auténtica despedida: del canon patriarcal, del lugar común “poesía escrita por mujeres”, de cualquier clase de señuelos (hasta un hijo - vástago- podría convertirse en “señuelo”). Los “señuelos”, al parecer, estarían destinados a la muerte, a la danza juvenil de una pelvis, a la más burda mutilación: “dedos cortados a cuchillo”. Únicamente los ex poetas, “estrategas en blanco y negro”, fabricarían “señuelos”. Esta Cordelia, en lugar de señuelos, habría podido impulsar otra clase de objetos, a saber:
a) una elegía (a la muerte de su padre),
b) un treno (a la muerte de su amor Cara de caballo Juan Cassavettes);
c) un señuelo (hijo -vástago- o anzuelo recubierto de brillantina carmesí o film en blanco y negro).


Pero no.



Cordelia en Guatemala (21 lenguas aborígenes habla, pronuncia, fuma), a diferencia de “La niña de Guatemala, la que se murió de amor” (José Martí dixit), “mueve la propia lengua”, “construye un instrumento de sentir”, “TRABAJA TRABAJA TRABAJA” la máquina verbal; como si dijéramos que Cordelia, ex nihilo, crea crea crea en el mundo natural por medio de la irrupción de las palabras tramadas en su lengua. Con ellas modela la nada, lo vacío, coloca la cáscara, bordea, desova (aquí, la función poética del lenguaje, impuro deslizarse de los sentidos, nos trae a Susana Thénon, otra gran desovante): Cordelia des-ova UN HUEVO.
Pero no.


Luego de haberse derramado en sus algodones menstruales, Cordelia anida por fuera de su útero, se prepara a desovar en el exterior de su cuerpo. Habiendo enterrado a su padre, ello será su matria; habiendo olvidado su infancia, ella será la extranjera que aún no ha dicho su palabra porque todavía es una Cordelia visitada por la muerte. Desde ese más allá que aporta la extranjería, habrá de construir su más acá (“parcela” es palabra clave en esta saga; en una parcela de tierra yace el cadáver del padre; con aguja e hilo, Cordelia coserá su parcela de abrigo en este mundo: el huipil).


Pero no.


Habrá filtraciones (como ocurre en las parcelas de los enterramientos nuevos): extranjera en busca de su palabra, es visitada por la muerte, y en mitad del dolor, Cordelia pondrá un huevo. Y comenzará a empollarlo, “Hija fiel a solas con su huevo”.


Pero no.

El empollamiento supuso la caída de Cordelia en su túnel, en su duelo (duelo de su anterior persona, CORDELIA HIJA DE CORDELIA, no por casualidad hablante y exhalante en 21 lenguas matrices): miró dentro del huevo, no vio nada. El huevo, acaso ese agujero en blanco y negro donde antes hubo infancia, era un vacío donde estaba cuajando su condición de abandonable. (“Y en la caída oyó su voz de niña gritar llena de espanto”). Entonces, a lo largo de 100 versos, Cordelia llora. Interminablemente llorará por la pérdida del sentido otorgado a las cosas cuando se es abandonado por la voz de la infancia -voz siempre previa a la lengua que se alcanza en cierta Edad de Oro-. En tanto, por el muñón configurado en lo siniestro de la siniestra sangre, goteará sangre sobre el huevo  (esto es el misterio del poema,  el ombligo de un sueño, escena plena de inaccesibilidad).


Abandonar, cesar, renunciar

A solas con su huevo, la hija fiel, Cordelia, en el transcurso de su larga caída se mira sin contemplaciones. Y lo que ve, es básicamente “UNA MUJER QUE EMPOLLA UN HUEVO”.
Esa mujer, al mirar dentro del huevo, no ve nada. O, acaso, ve la nada primigenia en su huevo nonato.         
Abandonadas las certezas que configuraran los  rumbos de la pasada vida de Cordelia antes de los enterramientos y sus filtraciones, más allá de cualquier deuda hacia ninguna genealogía o proliferación de lenguas, indecidiblemente cerca / lejos del lado verdadero / falso del estupefaciente hongo de la más vida de la lengua, Cordelia, no más aquélla de “ovario florecido”, se decide a mirarse en el espejo de Cordelia, una cara en primera persona: Cordelia des-ova UN HUEVO.


Hallar consuelo


Cordelia se ha despedido de la pelvis flamígera y ahora es aquélla que moverá la lengua, lengua con la que la poesía nos trabaja. Para que no reine la sombra (como cuando Cordelia era sólo hija, fiel cordera);  para no retornar-se a “su agonía, su conversión más tarde, su estadio de iguana”, ella habrá de irrumpir con palabras de su lengua en lo aún no creado. Elaborará un artefacto. Trabajará un instrumento. Construirá una máquina. Fabricará un señuelo VERDADERO: “Cordelia en Guatemala”.
Extraterritorial-mente, Cordelia des-ovó UN HUEVO. Ese UN HUEVO es Cordelia en Guatemala, UNA  POÉTICA.


(c) Alicia Silva Rey.