sábado, 22 de marzo de 2014

Juanantonio - Naná Rodríguez Romero



Juanantonio
Naná Rodríguez
Ediciones Exilio

(Santiago de Chile) Gabriela Aguilera V.

Juanantonio, la tragedia de un David

Juanntonio se titula la nueva novela de la escritora y académica colombiana, Naná Rodríguez, publicada por Ediciones Exilio, de Colombia.
Es una novela en la que la gracia no está solamente en la brevedad de sus capítulos sino también en ir cumpliendo, en cada capítulo, con los imperativos del microrrelato.
Es la historia de un héroe como muchos, que deben enfrentar el prejuicio, el abuso, la segregación, el maltrato y el bullying desde la infancia. La violencia. El dolor, en definitiva. Porque son muchos los héroes diferentes, aunque en nuestra cultura occidental judeocristiana nos gusta decir que consideramos a todas las personas iguales en derechos. Sabemos que eso es parte del discurso “políticamente correcto”, con el que se queda bien con Dios y con el Diablo. La realidad es otra cosa. Enfrentamos los ataques xenofóbicos, homofóbicos y misóginos. Nadie que no sea copia al carbón de los wasp, tiene una cabida real en nuestros espacios sociales. Y también está lo otro: el secreto conocido que no se devela. La familia siempre sabe, las madres siempre saben. Pero hablar el secreto, constituirlo en lenguaje, lo torna realidad que duele.
De todo eso y de la lucha interna de Juanantonio para ser quien es y vivir acorde a eso, trata esta novela.
La autora, con una delicadeza de artífice o quizás de pintora impresionista, escribe en capítulos compactos, con un lenguaje cuidado, poético, con un tono intimista, la historia de este personaje/persona. La atmósfera pasa de los tonos claros a los oscuros, de la luz a la semipenumbra dejando al lector en el escenario sepia de una ciudad de Colombia que parece haberse detenido en el tiempo. Detenida en una oscuridad que rasga la luminiscencia, con esos “corpúsculos que giran a través de los rayos” y que abren una hendidura en la realidad y en la memoria. Esta permanencia es en un espacio arcaico, de ciudad llovida, melancólica, con casas antiguas y familias tradicionales, una iglesia poderosa y terriblemente conservadora, una rigidez social que se contrapone con lo que ocurre en la calle, en la vida. De alguna manera, me lleva a recordar la atmósfera de La Virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo, en la que la ciudad parece partida en pedazos que no se relacionan entre sí más que a partir del sentido identitario y de pertenencia de los personajes. Hay una realidad cruel, desgarrada…y sin embargo bella, como si de rayos de sol traspasando nubes se tratara. Hermosamente trágica y verdadera.
El personaje, este Juanantonio que tempranamente descubrió el valor del conocimiento como herramienta de poder y de placer, es otra factura del David de Miguel Angel. Juanantonio hace un camino esperado. Es el niño marica, el niño loca, loketa, ese que apodan “la China”. Al que “se le quiebra la patita”. Lo que ve el lector, sin embargo, es un niño aterrado que se esconde del látigo cruel de la religión, la hipocresía de la iglesia y los mandatos familiares, el abandono y la pobreza y que además, lucha con lo que estalla en su interior.
En uno de los capítulos notables, (que tiene la fuerza pétrea del David), se produce el encuentro entre Juanantonio y su referente en mármol. Se produce allí un intercambio de miradas, de pieles que, sin tocarse, se encuentran, se identifican, se reconocen. La escritora, con palabras precisas, cincela al David que vive en Juanantonio. Rescata al sensual coloso de la malla a veces incomprensible del lenguaje, lo hace brotar, lo planta ante los ojos del lector con su fuerza y su fineza, enérgico, vigoroso, irresistible. Y abandonado en la magnitud de su ternura de niño.
El tema de la homosexualidad, del descubrimiento, de la emoción que va desde el miedo a la euforia, es tratado acá desde una respetuosa convicción acerca de la importancia de la identidad y el derecho a ejercerla, cuestión tan poco reivindicada en nuestros países, en los que aún se está enfrascado en discusiones añejas que apenas podrían servir datos históricos.
Hay una referencia constante a los pájaros. Los pájaros vuelan, los pájaros se desplazan, los pájaros bulliciosos y los perversos…los pájaros van y vienen. No hay pájaros en jaulas sino solamente en libertad y son una imagen contrapuesta con el sofoco emocional que sufre Juanantonio, el pajarito del ala rota.
Una novela que vale la pena leer y sentir. Un tema, que, a mi entender, las escritoras podemos abordar tan finamente como lo hace Naná Rodríguez. Quizás desde la identificación con ciertas emociones tachadas como femeninas. Quizás también desde el maltrato y la victimización con que el marco heteronormativo estructura y trata a nuestro género.
En la lectura de Juanantonio veremos emerger al David frente a nuestros ojos educados para ver sólo en blanco y negro, perdiendo a veces la posibilidad de ver en múltiples colores, incluyendo el sepia y aquella luminosidad valiente de la verdad.

(c) Gabriela Aguilera V.
Santiago de Chile
Marzo, 2014

martes, 11 de marzo de 2014

La loica y otros cuentos - Reinaldo E. Marchant




La loica y otros cuentos
Reinaldo Edmundo Marchant
Amanuense Editorial

(Santiago de Chile) Miguel de Loyola

Reinaldo Marchant es un narrador inagotable, vuelve una y otra vez a sorprender con sus múltiples publicaciones, sin acusar cansancio, ni desaliento en medio de un mundo cada día más alejado de libros y lecturas. Ciertamente, su optimismo contagia, incluso  hasta a los más pesimistas, en estas horas de manifiesta decadencia cultural, cuando las masas se vuelcan de lleno a la farándula, al sexismo,  los mall y ... los teléfonos celulares, buscando la entretención que ayer prodigaban los libros, las viejas historias articuladas  mediante el artificio del arte que llamamos literatura.
En  La loica y otros cuentos, libro que presentamos hoy en este hermoso lugar -indudablemente estimulante para cualquier amante de los libros-, es posible advertir la sensibilidad y paciencia del narrador para detenerse en los asuntos aparentemente más sencillos, pero de una profundidad  que en muchos momentos remece el alma del lector, deseando, añorando -el lector- volver otra vez a ser un niño, un adolescente, o bien aquel adulto expectante que detiene la mirada en medio de un mundo cada día más veloz y confuso.
Los relatos de Marchant en La loica y otros cuentos, son de corte coloquial, sin retruécanos ni yuxtaposición de pasajes ni de palabras rebuscadas y neologismos pretenciosos.Las imágenes llevan al lector directamente a la reflexión y  al silencio, al encuentro con la ingenuidad del niño que ayer hoy y siempre, llevamos dentro, las más de la veces oculto por los imperativos de la vida diaria. Así, en La visita del genio, un niño despierta frente a la realidad; en La loica, el personaje, niño también, percibe los guiños de un más allá; en El surtidor de palabras, encontramos a un ser deslumbrado ante el descubrimiento del lenguaje;  en Hambre, un jovenzuelo es vencido moralmente por el siempre apetitoso olor a pan fresco; en Un día perfecto, un hombre iluminado agradece el privilegio de saberse vivo en medio de un día maravilloso;  en La mesa del creador, un escritor entrega un perfil de su trabajo; en Control y toque, uno de los cuentos más logrados del conjunto, acaso por tratarse -dicho sea de paso- de otras de las grandes pasiones del propio autor, se cuestiona los deslindes entre  razón y locura a través del fútbol...
Un total de 14 relatos se agrupan en La loica y otros cuentos, ofreciendo una gama de historias cuyo eje central parece estar en el asombro, aquel asombro natural y hoy día olvidado frente al fenómeno de la vida. Reinaldo Marchant no se cansa de escudriñar, observar y alabar el chispazo milagroso de saberse vivo y consciente, lúcido en medio de la manifiesta oscuridad de la existencia, deteniéndose en los detalles que el hombre masa y su afán utilitario, ignora y pasa, y pasará siempre de largo, haciendo vista gorda, embelesado por el afán de novedades. Novedades ficticias, por cierto, creadas a propósito, para dominar nuestra conciencia.
Ortega y Gasset expone de manera magistral la actitud propia y fundamental del espectador, en la antología del mismo nombre, y cuya relación con estos cuentos de Reinaldo Marchant me resulta ineludible. Permítanme, para cerrar esta presentación, citar unas palabras del filósofo español:
El espectador mirará la vida desde su corazón, como desde un promontorio. Quisiera hacer el ensayo de reproducir sin deformaciones su perspectiva particular. Lo que haya de noción clara irá como tal; pero irá también como ensueño lo que haya de ensueño. Porque una parte, una forma de lo real es lo imaginario y en toda perspectiva completa hay un plano donde hacen su vida las cosas deseadas.
Felicitaciones Reinaldo por tu nuevo libro.
Muchas gracias.

(c) Miguel de Loyola
Santiago de Chile
Marzo del 2014

sábado, 1 de marzo de 2014

Estéticas de lo extremo - Elena Oliveras (Ed.)



Estéticas de lo extremo
Nuevos paradigmas en el arte contemporáneo y sus manifestaciones latinoamericanas
Elena Oliveras (ed.)
Editorial Emecé

(Buenos Aires)

      "¿Por qué "lo extremo" figura hoy en la primera plana no sólo del arte sino también del pensamiento en general? ¿Qué cambios se han producido en el mundo para que un concepto de larga tradición (el de lo extremo lo es) se nos presente con tanta intensidad? Basta mirar nuestro entorno.
    Música estrepitosa. Deportes acrobáticos que dejan sin aliento. Violencia e inseguridad extremas. Depresión extrema. Frescura extrema de un desodorante. Extreme es el nombre de un modelo de automóvil todo terreno de Dodge Chrysler. Necesitamos ser sacudidos, ensordecidos, enmudecidos, sometidos a estimulaciones poderosas, como si éstas fueran el único camino para alejar la apatía o la indiferencia y, momentáneamente, en una sociedad analgésica, sentir que existimos.
    "Tener éxito en la vida equivale a extremizarla", concluye Paul Ardenne en Extrême. Esthétiques de la limite dépasée. Si nuestra época es definida por el teórico francés como "emocional" es precisamente porque ama los excesos de todo tipo, las sensaciones fuertes, lo  moralmente inadmisible, la pornografía dura. El goce es traumático y el placer, brutal.
    Si vamos al origen del término "extremo" constataremos que, desde que comienza a ser usado en el siglo XIII, su significado no ha cambiado sustancialmente. Proviene del latín extremus, superlativo de exter (exterior a) y hace referencia a lo que sitúa más allá de la frontera, fuera del marco, "Extremo" implica desterritorialización, desmarque, superación de lo prohibido, estar fuera de la norma, precipitarse al otro lado, perforar el límite de lo considerado "normal".
    Podemos observar que no sólo las obras de arte más recientes traspasan el límite de lo normal. Un caso paradigmático, en la década del 60, es el de Andy Warhol. El silencio no narrativo de filmes aparentemente estáticos, como Empire nos ubica en el extremo de la experiencia cinemática, mientras que sus Motion Pictures (cuadros en movimiento) fuerzan los límites de la inmovilidad fotográfica.
    Dada la enorme variedad de poéticas radicales que ignoran las normas, es pertinente hablar de "estéticas" (en plural) de lo extremo. En ellas se inscriben los Accionistas Vieneses, Arthur Cravan, Bas Jan Ader, Alighiero Boetti, Arthur Bispo de Rosário, Hélio Oiticia, Lygia Clark, Hans Haacke, Orlan, Maurizio Cattelan, David Nebreda, Anish Kapoor, Damien Hirst, Tracey Emin, Santiago Sierra, Francis Alys, Gabriel Orozco, Félix González-Torres, Tania Bruguera, Martha Pacheco, Teresa Margolles, Regina Galindo, Doris Salcedo, María Teresa Hincapié, Ricardo Basbaum, Eduardo Kac, Cildo Meireles, Ernesto Neto, Alfredo Jaar. En Argentina encontramos a Alberto Greco, Enio Iommi, León Ferrari, Alfredo Portillos, Luis Benedit, Roberto Jacoby, Oscar Bony, Liliana Maresca, Ana Gallardo, Miguel Rotschild, Jorge Macchi, Graciela Sacco, Nicola Costantino, Marina De Caro, Dolores Zorreguieta y Leandro Erlich entre tantos otros.
    Los ensayos que integran este libro describen e interpretan el sentido de manifestaciones que son síntomas de nuestro tiempo y que, al lanzarnos más allá de una cómoda normalidad, tienden a producir un shock en la recepción. Por ello esas manifestaciones, que son modos de hacer mundo (en el sentido de hacerlo visible), requieren de un nuevo espectador. Alguien dispuesto a aceptar el desafío de una experiencia desestabilizante que transgrede lo conocido o lo aceptable. ¿Pero acaso no es misión del arte cortar con la cotidianeidad, sacarnos de la habitualidad? Las estéticas de lo extremo asumen entonces, con eficacia mayor, esa misión esencial al hacer visible el estado- límite de las cosas que nuestro conformismo muchas veces menosprecia.
    Cuestiones relativas al concepto de lo extremo en las artes plásticas, la música y el cine - y que ingresan en el debate sobre el arte contemporáneo en general - son temas de este libro. Su primera parte responde al interés teórico de esas cuestiones, insuficientemente estudiadas a pesar de la dimensión internacional que han alcanzado. La segunda parte examina la presencia de las estéticas de lo extremo en el arte latinoamericano...".
Uno de los ensayos que me resultó más interesante es el de María Cristina Ares: El cuerpo muerto en el arte contemporáneo:

"...El fenómeno de la muerte del arte, según Vattimo, es paralelo al del "fin de la metafísica" que se encuentra en una posición de Verwindung, a su vez asociado a la "muerte de la estética". Este fenómeno designa la situación en la que se encuentra la filosofía del arte frente al arte actual pues no contamos con nuevos conceptos que nos permitan pensar las nuevas producciones. Entonces, Vattimo propone remitirse - operar la Verwindung como si fuera nuestro destino - a la historia de la estética y a sus postulados aunque éstos no alcancen, dada la crisis de la disciplina.
Ya en 1853, Karl Rosenkranz había publicado Estética de lo feo, donde consideró la posibilidad, a pesar de su contrasentido, de que lo feo pueda dar lugar al placer. La dificultad de tal escrito reside en su profundo espíritu hegeliano que contempla lo feo sólo como un momento necesario en la evolución de las formas artísticas que luego será superado en una instancia de belleza posterior; por tanto, tal placer frente a lo feo se justifica únicamente como necesidad relativa  en la totalidad de la obra de arte. Las obras que de modo descarnado nos obligan a contemplar con crudeza el cadáver que alguna vez seremos nosotros mismos se regodean en la muerte sin producir displacer o dolor.
    Frente al cuerpo sin vida - ese algo que alguna vez fue alguien - no es extraño que se sienta una suerte de placer - dolor más cercano al espectáculo del horror, como si alguien expresara lo que no está permitido decir o mostrar. Ejerciendo entonces la Verwindung propuesta por Vattimo, pensar en términos de placer-dolor nos permite remitirnos al sentimiento de lo sublime kantiano. El sentimiento de dolor en lo sublime kantiano refiere al respeto ante un objeto de la naturaleza que conduce al displacer por la limitación de nuestra facultad sensible, humana y finita. Sin embargo, lo sublime no es una cualidad del ser sino una cualidad del espíritu que lo considera, por eso nos hallamos en el plano de la reflexión estética. El placer asociado al dolor se encuentra en relación con el despertar en nosotros, ante el espectáculo natural, de las ideas de la razón o suprasensibles.
   Lo sublime es bien distitno de lo bello: lo bello es sentimiento estético de la forma, de lo finito; lo sublime, en cambio, es sentimiento estético de lo informe, de lo infinito, de allí que las facultades que intervienen también sean diferentes. Mientras que en lo bello opera el libre juego de la facultad de la imaginación con la del entendimiento, en lo sublime la imaginación se apoya sobre la razón para crear un estado de ánimo, es decir que la imaginación se exalta ante aquello que escapa a nuestra capacidad de comprensión. El espectador frente al cuerpo muerto se atiene al espectáculo de lo ya sin forma que supera la limitación de nuestra experiencia, pues se trata de lo indecible, de aquella instancia que no es posible de decir y que se nos presenta como lo no representable. Sin embargo, está allí, frente a nosotros: el resto, los restos de lo que alguna vez tuvo forma...".

la recuperación del cuerpo en los sistemas estéticos

"...Exponer cuerpos sin vida, víctimas de muertes violentas, como es el caso del arte forense de Teresa Margolles, Martha Pacheco o Rosemberg Sandoval, puede pensarse como el gesto de recuperar algo del pasado - puesto que ese cuerpo ya murió - e integrarlo al presente desde la manifestación artística. Tal evocación del pasado, ese convocar a los muertos, se presenta como quiebre de corte benjaminiano del continuum histórico porque lo que murió ya no debiera volver a contemplarse. El continuum vacío es el de la historia de la clase dominante, es la tradición misma, pero reciclar el pasado suspende ese fluir del tiempo histórico e inserta la posibilidad de una iluminación profana frente a las necesidades políticas del presente y aquel momento redimido del pasado. Mirar con horror el cadáver herido, lastimado, ese rictus del momento mismo del deceso, está convocando a los muertos en ayuda del presente.
    Es Walter Benjamin quien se fascina con lo descartado, con el fragmento obsoleto, capaz de ser yuxtapuesto con el objeto nuevo para así construir la constelación como imagen mental. En ese gesto de descontextualización y recontextualización se ha recuperado una ruina y se la ha reificado, así se materializa la convicción benjaminiana de que el único cuerpo bueno es el cuerpo muerto. El origen del drama barroco alemán gira en torno a un lamento por la organicidad perdida frente al cuerpo despedazado por la violencia. Es a partir de sus partes desmembradas que el significado puede surgir como órganos arrancados de la carne desollada, y ya no de la figura armoniosa que la verdad puede descubrir...".
El libro se compone de dos secciones: I Cuestiones de frontera y II Escenarios del arte latinoamericano.
Dentro de la sección I se encuentran los ensayos: Carne y metal. La representación de lo monstruoso maquínico por Graciela C. Sarti; Lo siniestro en el extremo de lo real por Oscar de Gyldenfeldt; Lo extremo en la música de Arnold Schönberg: la irrepresentabilidad de lo absoluto, por Inés A. Buchar; El silencio como categoría estética en la música contemporánea por Luciano Lutereau-
En la Sección II, se pueden leer: Lo extremo minimalista: vacío, oscuridad, vapor por Elena Oliveras; El cuerpo muerto en el arte contemporáneo, por María Cristina Ares; La abyección como estrategia por Graciela I. de los Reyes; Cuando el horror nos convoca. La visibilidad de la masacre, por Betina Bandieri; Representar y conmemorar: en torno a la masacre de Margarita Belén por Cecilia Fiel; Espejismos del desarrollo. La violencia y la enfermedad a través de las obras de Nora Aslan y Silvia Gai de los años 90 por María Laura Rosa; Dialécticas del Kitsch en la cultura de masas. Favio, Santoro y los usos de la estética peronista por Florencia Abadi y Guadalupe Lucero.