sábado, 24 de abril de 2010

Fuera gato malvado - Jun- Jeong Choi





Fuera gato malvado
Yun- Jeong Choi
Ilustrado por Heon-Kyung Smi
Editorial Una Luna

(Buenos Aires)

Fuera gato malvado de Yun- Jeon Choi e ilustraciones de Heon-Kyung Smi es un libro que puede ilustrar a grandes y chicos que las matemáticas también pueden ser entretenidas.
En el rincón de un granero, vivían quince ratones. Un manto de nieve se extendía detrás de la ventana, pero dentro del cobertizo todo era tibio y placentero; cada uno comía lo que le venía en gana.
Pero un día, los ratones volvieron de un paseo y hallaron en el granero un gran revoltijo. Y una amenazadora nota del gato de la dueña del granero. Ahora los ratones tenían un gran problema: ¿cómo librarse de la amenaza del gato?
Los gráficos en esta historia ofrecen al niño una oportunidad para repasar esta área del currículo de matemáticas. No sólo aprenderá a relacionar los datos recopilados con el objeto, sino que comenzará a entender cuestiones de predicción y comprensión de hechos, a través de la organización de datos estadísticos y de la probabilidad.
Para lectores a partir de los 5 años.

(c) Archivos del Sur  

El sueño de la reina anchoa - Jin Joo Chun



El sueño de la reina anchoa
Texto: Jin Joo Chun
Ilustraciones: Yang Hye-won
Editorial Una Luna

(Buenos Aires)

El sueño de la reina anchoa es un cuento donde el personaje es una anchoa, que además es reina. La fábula está inspirada en un cuento tradicional coreano.
Un día la reina anchoa tiene un sueño y cuando despierta tiene una gran curiosidad por saber qué significa el sueño. El pez gobio es llevado por el pez plano para encontrar a la reina anchoa.
El pez plano realiza un gran esfuerzo por acompañar al pez gobio, pero en el encuentro con la reina anchoa es desairado dado que el pez plano tiene la mente cerrada y muy mal genio.
La historia que narra este libro tiene moraleja:  el pez plano  no es tolerante y comete un error al haberse enojado así, no puede dominar su mal carácter.

Las bellísimas ilustraciones acompañan al lector. Es un libro recomendado a partir de los 5 años.

© Archivos del Sur

Un camaleón - Jong Mi Lee



Un camaleón
Jong Mi Lee
Editorial Una Luna

(Buenos Aires)

Un camaleón es la historia de justamente un camaleón que emprende un viaje por el mundo.
El camaleón va mutando de colores según el lugar donde esté: puede ser la Antártica, el desierto, la montaña y el mar.
Un lindísimo libro para descubrir y reconocer los colores con preciosas ilustraciones del mismo autor del texto: Jong Mi Lee.

Un libro recomendado para niños a partir de 2 años.

(c) Archivos del Sur


El abuelo ya no duerme en el armario - Silvia Molina



El abuelo ya no duerme en el armario
Silvia Molina
Ilustrado por Silvana Ávila
Fondo de Cultura Económica

(Buenos Aires)

El abuelo ya no duerme en el armario cuenta la relación de un nieto y su abuelo. Pero no es cualquier abuelo sino uno muy especial: come chocolates a escondidas, saca de la escuela al nieto para llevarlo al zoológico y además cuenta cuentos.
Y cuando el abuelo no está el nieto lo recuerda como un gran abuelo.

Fragmento:

    
“ -¿A qué vamos al doctor? – pregunté en la calle.
-          Qué doctor ni qué doctor ni qué nada, capitán – contestó -. Te voy a dar una clase de zoología al aire libre.

      Alquiló dos bicicletas en el parque y allá fuimos: de visita al zoológico en bicicleta. Él por delante y yo atrás, siguiéndolo…”.

El abuelo ya no duerme en el armario es un libro recomendado para quienes recién empiezan a leer.

(c) Archivos del Sur 

martes, 20 de abril de 2010

Aves de paso - Susana Szwarc







Aves de paso
Susana Szwarc
Editorial CILC
Colección GAMA

(Buenos Aires)

Aves de paso es un libro de poemas, de Susana Szwarc, poeta nacida en Quitilipi (Chaco) y que reside actualmente en Buenos Aires. En este  texto publicado por la Editorial CILC dentro de la Colección GAMA, se puede destacar la economía de palabra de Szwarc.
Vale la pena leerlo. Para los que se preguntan ¿por qué leer poemas? Recordemos a
William Carlos Williams: “…Es difícil sacar noticias de un poema/pero los hombres todos los días/mueren miserablemente/ por no tener aquello que tienen los poemas…”(1).

La poeta juega con la memoria y la evocación, por ejemplo en el poema “Rapto”:

mira (en la ciudad) lo que no hay:
lapachos de amarillo
cañaverales

si olvidaras completamente
ya no tendría
certezas del vacío…

También ocurre lo mismo  en el poema “Horas” ese juego de memoria que rastrea en la infancia y en un lugar :

esa niña flaca, decimal con su flor
roja al ladito del borde, mira claramente al que levanta la pala
un pie va a hundirse – con la pala – en el
                  montón de barro.

es la hora del entierro y la flor
por arte de magia será libro.
la niña – que no sabe –
lee “sobre el dolor inconmensurable
los nietos no nacidos”.


nos distraemos por el sonido de un saxo
que comienza a trepar – metálico –
hacia atrás y salen más niñitas de los ranchos.
es la hora del pedido:
ejendú ché, omé é ché un pedacito de pan
- golpea, esos niños, sin padres
- otra vez, piden pan
-¿no les dan?..”

Al decir de Olga Orozco:



La poesía puede presentarse al lector bajo la apariencia de muchas encarnaciones diferentes, combinadas, antagónicas, simultáneas o totalmente aisladas. De acuerdo con las épocas, los géneros, las tendencias, puede ser, por ejemplo, una dama oprimida por la armadura de rígidos preceptos, una bailarina de caja de música que repite su giro gracioso y restringido, una pitonisa que recibe el dictado del oráculo y descifra las señales del porvenir, una reina de las nieves con su regazo colmado de cristales casi algebraicos, una criatura alucinada con la cabeza sumergida en una nube de insectos zumbadores, una señora que riega las humildes plantas de un reducido jardín, una heroína que canta en medio de la hoguera, un pájaro que huye, una boca cerrada…”.

En la lectura de Aves de paso, el lector recorre un mundo, el de la autora que entrega sus palabras a quien quiera escucharlas, sus lectores. Susana Szwarc es en estos poemas tal como pedía Borges: moderna, contemporánea.



(1) William Carlos Williams, Asfódelo

datos de Susana Szwarc:Susana Szwarc


(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur

lunes, 19 de abril de 2010

Las travesuras de Naricita - Monteiro Lobato





Las travesuras de Naricita
Monteiro Lobato
Prólogo de Cristina Fernández de Kirchner
Traducción de Ramón Prieto
Ilustraciones de Paulo Borges
Editorial Losada


(Buenos Aires)


La editorial Losada lanzó el libro del escritor brasileño Monteiro Lobato Las aventuras de Naricita con prólogo de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner quien en él declara su fervor de lectora de los libros de este autor durante su niñez.
La edición del libro forma parte del Programa de Apoyo a la Traducción de Obras de la Literatura Brasilera, patrocinado por la Embajada de Brasil en Buenos Aires.
José Benito Monteiro Lobato (1882-1948), fue escritor, periodista, editor, traductor, empresario del hierro y del petróleo. Estudió Derecho, pero más tarde abandonó la profesión para dedicarse a la literatura. Fundó la industria editorial en su país, y se convirtió, con las historias de La quinta del benteveo amarillo, en uno de los mayores autores de literatura infantil y juvenil del Brasil.
El libro incluye: Naricita respingada, La quinta del Benteveo, El marqués de Rabicó, El Matrimonio de Naricita, Las aventuras del Príncipe, El Gato Félix. Todo comienza con una inesperada visita de la nieta de Doña Benita al Reino de las Aguas Claras, y con la llegada de su primo, Perucho, a la quinta del Benteveo amarillo para pasar unas nuevas vacaciones.
Se transcribe ahora el Prólogo de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner:


Mamá o mi abuelo acostumbraban atender a cuanto vendedor de libros tocaba el timbre de nuestra casa. Eran épocas de ventas en cuotas interminables. Diccionarios en tres tomos, gigantescos y pesados, que apenas con mis seis o siete años alcanzaba a bajar de los estantes para leer, colecciones enteras de todo tipo de enciclopedias, revistas y fascículos de la Biblia, y otros relatos que luego mamá mandaba a encuadernar. La lista sería infinita, como grande la biblioteca que se fue formando en esos años de infancia. Sin embargo, mi memoria registra con absoluta nitidez la llegada a casa de la colección completa de lo que recuerdo como Las travesuras de Naricita y Perucho, de Monteiro Lobato. Su formato de tapas duras, coloradas, con las líneas de los rostros de Naricita y Perucho, en dorado, constituyen un registro visual imborrable.
Más que leerlos, literalmente devoré esos textos que iban de las fantasías más alocadas a la enseñanza de historia, geografía, geología y todo tipo de conocimiento. Emilia, la muñeca de trapo, terca y caprichosa, intrigante y rezongona, pero querible como pocas, convivía con el Vizconde – un marlo de maíz con galera e impertinentes – siempre atinado, serio y responsable. Naricita y Perucho, dos niños fantasiosos, aventureros, inquietos y siempre deseosos de saber más, podrían haber sido uno de nosotros. Doña Benita, la abuela, era una “abuelísima” de gafas y pelo blanco que con la ayuda de la negra Anastasia – la “tía” inefable creadora de Emilia, la muñeca – hacían de la quinta del “Benteveo amarillo”, un lugar en el que todos hubiéramos querido vivir.
Pasada mi niñez pensé que todos esos personajes pasarían a formar parte de los lejanos recuerdos de una infancia feliz de muñecas y libros, de juegos y conocimientos. Sin embargo, la vida, el destino personal o el del país, o ambos en intensa combinación, hicieron que volviera a encontrarlos en dos oportunidades más.
Una fue durante el año 1976. Había transcurrido largo tiempo desde mis lecturas infantiles. En nuestra biblioteca familiar, bajo mi impronta, y luego la de mi hermana Gisele, se habían incorporado otros textos. Junto a Monteiro Lobato, estaban Hernández Arregui, Rodolfo Puigrós, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortiz, Marechal, Cooke, Franz Fanon, Walsh, Perón, Galeano, Benedetti, Darcy Ribeiro, Paulo Freire, Sastre, Camus, y tantos otros. Las fantasías habían dado paso a las utopías, las aventuras a la militancia, el conocimiento puro y casi aséptico a otros conocimientos: el del entramado cultural que, al amparo de dictaduras militares recurrentes, sumía en la desinformación y la expoliación a nuestro país y a nuestra Latinoamérica.
Una tarde de febrero de 1976, irrespirable, no sólo por el calor, sino por lo que sucedía – que presagiaba tragedias mayores - , llegué a casa de mamá. Ya no vivía allí, el año anterior me había casado con un compañero de la facultad. La encontré a mi hermana forrando las tapas de los libros cuya sola tenencia, en caso de allanamientos – muy frecuentes en aquellos días – eran el pasaporte directo a la cárcel, en el mejor de los casos. Gisele al mismo tiempo cortaba las primeras páginas de los libros de Naricita y Perucho y los pegaba en los libros de Puiggrós, de Fanon, Walsh o Cooke. “Qué estás haciendo loca?”, le pregunté – siempre amable y diplomática-. Me miró y me dijo: “¿yo, loca?”, loca está mamá que nos quiere quemar todos los libros; te aviso que ya te tiró al pozo ciego todos los “desca” y las “militancia” – El Descamisado y Militancia eran dos semanarios obligados de aquella época -, y siguió forrando tapas “peligrosas” y pegando páginas de los libros de Monteiro Lobato, mientras yo la miraba absorta, sin saber si reír o llorar. No hice ninguna de las dos cosas, me fui a mi casa de City Bell, en las afueras de La Plata, donde vivía con Néstor Kirchner, quien había dejado de ser mi compañero de facultad, para transformarse en mi compañero de vida.
Nunca allanaron la casa de mamá; nunca volví a preguntarle a mi hermana si Naricita y Perucho seguían mezclados con aquellos libros de mi juventud. La mente humana se las arregla para esconder, en algún pliegue lo que no queremos recordar.
Pasaron los años y la dictadura. Néstor fue elegido intendente de su ciudad natal en 1987, y yo, diputada provincial de Santa Cruz en 1989. En 1991 él fue gobernador de la provincia, cargo por el que fue reelegido en los años 1995 y 1999. En el año 2003, fue electo presidente de todos los argentinos. Treinta años exactos después de aquellas lecturas, de aquellos fuegos. Comenzó su presidencia en un país al borde de la disolución económica y social después del default, sin olvidar Malvinas y una generación desaparecida, que había abrevado en aquellos textos queriendo escribir una historia distinta. Desde 1995, fui elegida, en distintas oportunidades, como diputada y senadora nacional, cargo, este último, que ocupaba cuando Néstor asumió como presidente.
Durante el año 2008, tuvo lugar mi tercer encuentro con Naricita y Perucho. Esta vez fue – cosas de la vida – en el Brasil. El Brasil de Monteiro Lobato. Ya no era una niña que leía incansablemente; tampoco era la joven militante peronista del cigarrillo permanente en la mano, que leía y discutía todo el tiempo. Tenía 55 años y era la presidenta de la República Argentina, en visita oficial a la hermana República Federativa del Brasil. Compartía la mesa con Luis Ignacio Lula da Silva, su presidente, y Celso Amorim, su canciller, entre otros. De repente, en la conversación volvieron a aparecer Naricita y Perucho – nunca voy a recordar el motivo - . Celso hace referencia a Monteiro Lobato y entonces le conté acerca de mis lecturas infantiles. No lo podía creer. Eran también sus preferidas. Allí surgió la idea de patrocinar por parte del gobierno del Brasil una nueva edición de las aventuras de Naricita y Perucho, esta vez prologada por mí.
Y aquí estamos. No sé si éste será mi último encuentro con estos niños entrañables; si los hijos de mis hijos leerán libros, o serán definitivamente atrapados por Internet. No lo sé. Espero que no, por ellos: se perderían el placer indescriptible de abrir un libro y no saber qué van a encontrar, a imaginar, a fantasear. Se perderían las sensaciones que provoca atravesar esta vida, construyendo utopías y abriendo caminos, que parecían definitivamente cerrados para nuestro país y nuestro continente. Por eso, espero nuevos encuentros. Por ellos y por nosotros. En definitiva, por todos.


A Naricita y Perucho, a Emilia y el Vizconde; a Anastasia y doña Benita y a todos lo que contribuyeron a alimentar mis sueños y forjar mis Utopías.


Cristina Fernández de Kirchner




Olivos, 20 de febrero de 2010”


Fragmento:


“Un día, después de dar de comer a los peces, Lucía sintió que le pesaban los ojos de sueño. Se recostó en la hierba con la muñeca al lado, mirando correr las nubes que pasaban por el cielo y que iban formando unas veces castillos, otras veces camellos. E iba a dormirse ya, arrullada por el murmullo de las aguas, cuando sintió cosquilleos en el rostro.
Abrió los ojos: un pececito, vestido como una persona, estaba en la punta de su nariz.
¡Sí, señor, vestido de persona! Llevaba una levita roja, galera en la cabeza y un paraguas en la mano. ¡Como un galán! El pececito miraba la nariz de Naricita arrugando la frente, como quien no consigue comprender nada de lo que ve.
La niña contuvo el aliento por temor de asustarlo, y permaneció así hasta que sintió cosquillas en la frente. Miró con el rabillo de un ojo. Vio que un escarabajo se había posado allí. Pero un escarabajo vestido como la gente, con un levitón negro, anteojos y bastón…”.


(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur

domingo, 4 de abril de 2010

Cuentas pendientes - Martín Kohan





 (Buenos Aires)


En la novela Cuentas pendientes de Martín Kohan la historia aparentemente anodina del personaje protagonista, Giménez, es como la punta del iceberg que debía permanecer oculto – según lo que sostenía Ernest Hemingway para escribir buenos cuentos. Lo que se revela es la punta de ese iceberg. El resto, el iceberg, debe aportarlo el lector.
Dice Carlos Fuentes en "Geografía de la novela" citando a Italo Calvino, que: "... existen dos maneras equivocadas en el uso político de la literatura. La primera es exigir que la literatura le dé voz a una verdad ya dicha por la política. La segunda es reclamar que la literatura ilustre la variedad de los sentimientos humanos eternos. Ambas demandas, la una política, la otra, aparentemente, humanista, simplemente le asigna a la literatura la tarea de confirmar lo que ya se sabe. Los usos correctos de la política y de la literatura son en cambio dobles: la literatura le es necesaria a la política cuando le da voz a lo que carece de ella y nombre a lo anónimo...".

En la novela “Cuentas pendientes” el personaje protagonista, el más nombrado de la novela, Giménez, es un hombre de unos ochenta años que vive solo en un triste departamento y al que no le alcanza el dinero ni para pagar el alquiler que adeuda al Dueño. En el mismo edificio vive la ex -mujer de Giménez, Elvira y la casi centenaria suegra, Irma.
Giménez y Elvira reciben de visita a Inesita, la hija una vez por semana a tomar el té. Envueltos en una trama de ocultamientos, estos seres grises protagonizan una historia en apariencia opaca.
La novela narrada en tercera persona en una estética tributaria de un realismo cruel,  da paso hacia el fin de sus páginas a un narrador en primera persona, el Dueño, un escritor y dueño del departamento donde vive Giménez, quien llega a cobrar la cuenta pendiente.

En el iceberg o mejor dicho en el 7/8 del iceberg oculto de la novela de Kohan está el pasado reciente, el que se vivió en la Argentina después del 24 de marzo de 1976 – fecha del último golpe militar hasta el regreso de la democracia con el gobierno del doctor Raúl Alfonsín. 
El tema del pasado, ese pasado del que Borges dice, en Otras inquisiciones, que siempre vuelve por más que se lo quiera olvidar es el gran tema de la novela Cuentas pendientes.

Martín Kohan nació en Buenos Aires en enero de 1967. Enseña Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de la Patagonia. Ha publicado tres libros de ensayos, Imágenes de vida, relatos de muerte. Eva Perón, cuerpo y política (1998; en colaboración con Paola Cortés Rocca), Zona urbana. Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin (2004) y Narrar a San Martín (2005); dos libros de cuentos, Muero contento(1994) y Una pena extraordinaria (1998); y seis novelas, La pérdida de Laura (1993), El informe (1997), Los cautivos (2000), Dos veces junio (2002), Segundos afuera (2005) yMuseo de la Revolución (2006). Zona urbana fue editado en España por Trotta, y las novelas Segundos afuera y Museo de la Revolución por Mondadori. Sus obras se están publicando en editoriales tan prestigiosas como Einaudi (Italia), Serpent’s Tail (Reino Unido), Seuil (Francia) y Suhrkamp (Alemania).

(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur

viernes, 2 de abril de 2010

Enemigos públicos - Michel Houellebecq -Bernard-Henri Lévy


Enemigos públicos

Michel Houellebecq – Bernard –Henri Lévy

Editorial Anagrama

Traducción de Jaime Zulaika

(Buenos Aires) Araceli Otamendi

Anagrama lanzó en castellano el libro “Enemigos públicos” – un intercambio de correos electrónicos entre el escritor – poeta y novelista – Michel Houellebecq y el filósofo Bernard-Henri Lévy entre enero y julio de 2008.
El origen del libro está en una comida en un restaurant que compartieron una noche Houellebecq y Bernard –Henri Lévy. Ahí acordaron empezar la correspondencia a través del correo electrónico que se convirtió en este libro.
Houellebecq empieza diciendo al filósofo: “…tanto  usted como yo somos individuos bastante despreciables…”.

El novelista le dice al filósofo: “…Especialista en números descabellados y payasadas mediáticas, usted deshonra hasta las camisas blancas que lleva. Íntimo de poderosos, bañado desde la infancia en una riqueza obscena, es emblemático de lo que algunas revistas un poco de baja estofa como Marianne siguen llamando la “izquierda-caviar”, y que los periodistas alemanes denominan con más finura la Toskana –Fraktion. Filósofo sin pensamiento, pero no sin amistades, es además el autor de la película más ridícula de la historia del cine…”.

Después la emprende con una definición de él mismo: “…Nihilista, reaccionario, cínico, racista y misógino vergonzoso: sería hacerme un honor excesivo encasillarme en la poco apetitosa familia de los anarquistas de derecha; fundamentalmente soy sólo un patán. Autor insulso, sin estilo, accedí a la notoriedad literaria gracias únicamente a una inverosímil falta de gusto cometida, hace varios años, por críticos desorientados. Desde entonces, mis provocaciones jadeantes acaban cansando..”.

Y luego los engloba a los dos: “…Entre los dos simbolizamos perfectamente el apoltronamiento espantoso de la cultura y la inteligencia francesa, recientemente señalado, con severidad pero justeza, por la revista Time…”.

Bernard-Henri Lévy le responde enseguida: “…¿Por qué yo? ¿Por qué iba a entrar, en definitiva, en este ejercicio de autodenigración? Y por qué iba a seguirle en ese gusto que usted manifiesta por la autodestrucción fulminante, maldecidora, mortificada? No me gusta el nihilismo. Detesto el resentimiento y la melancolía que lo acompaña. Y pienso que la literatura sólo vale para contrariar ese depresionismo que es más que nunca la contraseña de una época. Podría consagrarme, en este caso, a explicar que hay cuerpos felices, obras logradas, vidas más armoniosas de lo que parecen pensar los planideros que nos detestan. Asumiré el mal papel, el verdadero, el de Filinto contra Alceste, y rendiré un elogio sincero de sus libros y, si no hay más remedio, de los míos. Es otra posibilidad, otra manera de abrir la charla…”.


Con estas definiciones y estos argumentos se abre así el apasionante diálogo de quienes – según ellos mismos consideran – se han convertido en “enemigos públicos”.

Uno de los temas – ya que nada de la época parece ser ajeno a estos escritores – es el del libro que publicó la madre de Houellebecq, Lucie Ceccaldi, quien saltó a la fama literaria al publicar un libro donde defenestra al hijo.

Houellebecq, quien fue abandonado de niño  y quedó al cuidado de su abuela, resultó profundamente afectado por el libro de la madre y dice  “…Tiene razón, querido Bernard-Henri, al señalar que el caso de la “desde ahora célebre Lucie Ceccaldi”, como usted dice, contiene una malignidad más radical que las malas madres de la literatura moderna; podemos, en efecto, recordar a esas criaturas repulsivas salidas del fondo  más recóndito de la literatura griega…”.
El novelista no se queda en el propio caso particular sino que va más allá, se remonta hacia la antigüedad: “…Otros pensarán en la monstruosa Baba Yaga de los cuentos populares eslavos, que rompe el cráneo de los bebés para devorarles el cerebro. Hay también otros ejemplos en diferentes tribus africanas. Debe haber más o menos lo mismo en todas las culturas, si nos remontamos muy lejos, a un tiempo en que todavía no se había instaurado el patriarcado, en que el derecho de vida y muerte de su prole, el derecho de despedazar y devorar a sus propios hijos pertenecía a la madre.
Lo que simplemente quisiera decirle es que hoy hemos retornado, en nuestras civilizaciones posmodernas, a la era ancestral, prehistórica de la humanidad. El cara a cara entre la madre y el hijo es en la actualidad absoluto, radical, y lo es desde la concepción: es la madre, por ejemplo, y sólo ella, la que decide abortar o no…”.

Además de la resonancia que tuvo el caso en los medios, Houellebecq se queja de la “jauría”: “…estoy en este punto, la jauría me ha alcanzado…” dice.

Bernard –Henri Lévy le contesta que ha tenido la misma experiencia acerca de la “jauría” cuando se pulveriza la frontera entre lo público y lo privado.
La “jauría” es débil, dice. Como filósofo, Bernard-Henri Lévy aplica la Ética de Spinoza, ciencia de los remedios y de los venenos, determinando cómo contrarrestar las pasiones tristes, ésas que mueven a la “jauría”: “…la mueve la envidia, la burla, el resentimiento, la maldad, la cólera, la crueldad, el escarnio, el desprecio, todo lo que Spinoza llama las pasiones tristes y de las que se ha demostrado, de una vez por todas que no dan fuerza sino debilidad; que no son signo de poder sino de impotencia; que disminuyen el ego; que reducen su capacidad de actuar; que le debilitan profundamente; que le confieren una perfección menor y una belicosidad de segundo orden…”.



Ningún tema parece ser ajeno a estos dos escritores ni tampoco escapan a su intercambio, como por ejemplo Jean Paul Sartre – a quien Bernard – Henri Lévy le dedicó el libro “El siglo de Sartre” y fue quien pareció liderar  el  debate que  desató una gran polémica  con el  telefilm “Los pensadores de la libertad” - tema que fue nota de tapa de la Revista Cultura Segunda época en marzo de 2000. También el célebre Malraux es tema de conversación y de análisis entre muchos más.

En síntesis, “Enemigos públicos” es un libro apasionante para conocer el pensamiento y la historia de estos dos escritores que no temen adentrarse en la época en que viven para analizarla y cuestionarla.

© Araceli Otamendi – Archivos del Sur

Bibliografía:

Nota de tapa de la Revista Cultura Segunda época, marzo de 2000: “Con el nuevo milenio los franceses “resucitaron a Jean Paul Sartre como paradigma de intelectual”, Patricio Lóizaga.

Notas relacionadas:

Michel Houellebecq en Buenos Aires por Araceli Otamendi


Comentario de libro “Las partículas elementales”