El ritmo no perdona
Una historia crítica del TRAP, el HIP-HOP y
El RKT en el nuevo siglo argentino
Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo
Caja Negra Editora
(Buenos Aires)
“Este es un libro de crítica musical”, dicen los
autores. “No es un libro académico sobre música, aunque tiene algunas marcas,
ya que uno de nosotros – Amadeo, trabaja de académico. No es un libro
periodístico sobre música, aunque tiene algunas de sus marcas, porque una de
nosotros – Camila – habita ese universo (aunque se sienta más cercana al oficio
de la crítica cultural)…”.
El TRAP, el HIP-HOP y el RKT
“¿Cómo era el TRAP en su origen? Su sonido característico
se basa en un contrapunto entre oleadas de sintetizador, cuerdas y orquesta (la
“parte suave” y melódica) con una contracara de bases de redoblantes crujientes
y rítimicas, sonidos de bombo profundos y oscuros producidos originalmente con
la máquian de ritmos Roland TR-808 y hit-hats maniáticos y velozmente
subdivididos. El resultado es un continuo diálogo entre lo claro y lo oscuro,
lo diáfano y lo demoníaco…”.
“…Las letras del trap hablaban de la decadencia
urbana, de la vida corta de las poblaciones afroamericanas que se dedicaban al
comercio ilegal de estupefacientes, de la muerte en la calle a manos de
pandillas rivales y de la policía. Esto se desdoblaba en fantasías, que luego
serían realidades de éxito, dinero y fama, primero obtenidos por el crimen,
luego por el éxito musical que los volvería megaestrellas. Y, un último locus
temático, como en casi todo el hip-hop, era la sexualidad: fantástica,
cosificadora, desenfrenada y salvaje, algo que surca todo este libro.
El trap, como todas las oleadas del hip-hop, surgió
como algo underground hasta que dejó de
serlo. Entre 2007 y 2015, se convirtió en el sonido principal del hip-hop
mainstream yanqui. Lo interesante es que se replicó muy rápidamente en una
variedad de países de habla hispana: España de forma pionera, Puerto Rico,
Chile y, por supuesto, Argentina. En nuestro país, el trap cambió la noción de
lo masivo y por ende sus dimensiones
previas (under/emergente.). Y viene a desarrollarse en un momento en que
cambian las estructuras de difusión con una diversidad de canales: la
masificación de internet con el aumento en la velocidad en la propagación de
las tendencias culturales a nivel mundial. Sumado a la aparición de un nuevo
paradigma en la industrica musical, apoyado en la infraestructura de las redes
sociales y la digitalización…”.
Para Pablo Schanto, que prologa el libro, “el primer
crítico musical de la Argentina es Anastasio “el Pollo”, el protagonista del
Fausto criollo, firmado por Estanislao del Campo en 1866. Es decir, la historia
en verso de un gaucho que va al Colón a ver una ópera de Gound y luego le
comenta lo que vio a su amigo Laguna. Habría una continuidad entre aquel Pollo
y la riña de gallo que motoriza el freestyle, pasando por la gauchesca payada,
en la que calza El ritmo no perdona. ‘Acaso el libro no se mimetiza con el
duelo entre raperos, aunque aquí más que competir se trate de diseminar (iba a
tipear “dispersar”) más y mejores argumentos entre dos...”.
Además de la evolución de estos géneros musicales y
tendencias de la música que producen y escuchan los jóvenes en la actualidad el
libro contiene reflexiones sociológicas: “Argentina debe ser uno de los países
en los cuales más se habla de plata del mundo: ¿cúanto estás cobrando? ,¿cuánto
te aumentaron por paritaria? (para aquellos afortunados con trabajo formal),¿cuánto
subió la luz, el gas, la verdura, el bondi? ,¿cuánto te cobra la obra social,
la escuela de los chicos?, ¿qué día hay
descuento?, ¿dónde lo compraste tan barato? Mientras tanto se multiplican las
billeteras virtuales y los esquemas Ponzi, los adolescentes pueden abrir una
cuenta bancaria, la mayoría de los clubes de fútbol tienen de sponsors a casas
de apuestas, gran parte de los youtubers las publicitan (y ganan mucho más
dinero haciéndolo que transmitiendo), y aunque luego se muestren alarmados y
frunzan el ceño aclarando que se trata de una práctica para mayores, dejan un
código promocional para sus queridos viewers y hasta sugieren una opción
ganadora…”.
Este libro podría ser el inicio para una
investigación más amplia sobre las verdaderas motivaciones históricas, sociales, culturales y políticas
que han llevado a la sociedad argentina y especialmente a los jóvenes al “deseo
de construir una vida diferente, más holgada, con menos preocupaciones y
cansancio. La única manera de obtenerlo es hacerse rico rápido sin laburar,
porque laburar es de giles, a menos que trabajes para afuera (y trabajar para
la industria discográfica es trabajar para afuera si te va bien), y porque el
combo fama y guita es lo único que puede garantizar, una inyección de dinero
constante que te mantenga siempre a flote en un país como Argentina que consume
todo ahorro y pone piedras en el camino de las familias”. “Como escribe Pablo
Schanton : “Es importante seguir de cerca el derrotero del trap, porque es el
primer experimento público de ingeniería social por parte de jóvenes que se
creen autogestionados y emprendedores libres, mientras la mano invisible del
mercado no los suelta. Es más, les aprieta los dedos”.
Personalmente, El ritmo no perdona me pareció una
celebración de la creatividad argentina y un recordatorio de cómo la música
puede ser un espejo de su tiempo.
Los autores dicen: “hay una decisión que queremos
destacar: en este libro no se emplea el “género urbano” más que para criticarlo. Estamos en contra
porque es impreciso, y aglutina en una etiqueta vacía una multiplicidad de
sonidos y artistas en verdad muy diferentes…”
“…Así como el trap acabó siendo una etiqueta que los medios reprodujeron para referirse a
prácticamente todas las propuestas sonoras de los chicos y chicas de esta
generación, el tag “música urbana” sirvió
de plantilla para aglutinar a la música mainstream latinoamericana, con
consecuencias reduccionistas y lecturas superficiales hacia la cultura…”.
“…El trap fue mucho más que un simple estilo
musical: se convirtió en el lenguaje de una generación que heredó las mañas del
rock y cargó con las trampas de una industria talibana. Un lenguaje capital por
ser el primero pero también por su capacidad para rendir cuentas: se habla de
dinero, se persigue ganar más como reconocimiento de lo hecho y también como (casi)
única vía de autonomía económica…”.
El estilo del libro es ameno, y puede interesar a
los no especialistas en música y en subculturas juveniles y contraculturas, y
por supuesto a estos. Basta que encendamos
el televisor y miremos algún programa con música, o escuchemos la radio, o tal
vez caminando por la calle nos encontremos con pibes cantando o escuchando
música a través del celular, o mismo
viajando en el colectivo, para tratar de entender qué es lo que están cantando
o escuchando o haya algún adolescente en la casa que puede estar escuchando
este tipo de música y qué es lo que trae aparejado también y adonde puede
llevar.
El libro tiene además un qr con la playlist de El ritmo no perdona.
Camila
Caamaño
(Mar del Plata, 1990) Estudió Publicidad y Gestión
del Arte y la Cultura. Desde 2019 hace Triste y Tropical, un newsletter que
comenzó cubriendo el movimiento del trap argentino para luego expandirse hacia
la crítica cultural. Escribió para Infobae, La Agenda y desde 2021 es
colaboradora del suplemento No de Página/12. El ritmo no perdona es su primer
libro.
(San Miguel de Tucumán, 1984) Historiador y doctor
en Ciencias Sociales. Fue parte del blog El Baile Moderno, editó junto con
Pablo Turnes la revista de crítica de cómic Kamandi y escribe el newsletter El
Evangelio del Coyote. Vivió en Berlín como becario posdoctoral. Allí y en
Buenos Aires curó muestras de cómics. Escribió en la revista Crisis, La Agenda,
Los Inrockuptibles y Comiqueando. Su foco principal como investigador CONICET
es la vida y obra del dibujante Oski.