El dictador, los demonios y otras crónicas
John Lee Anderson
Editorial Anagrama
(Buenos Aires)
Con un prólogo del escritor mexicano Juan Villoro se reúnen en “El dictador, los demonios y otras crónicas” los reportajes de Jon Lee Anderson publicados en la revista The New Yorker y compilados expresamente para Anagrama.
Anderson también publicó en Anagrama la biografía del Che Guevara con el título “Che Guevara. Una vida revolucionaria” y “La caída de Bagdad” y ahora presenta en estos reportajes a distintos protagonistas del quehacer político y cultural de Latinoamérica y de España.
Así desfilan el rey Juan Carlos, el dictador Augusto Pinochet, Hugo Chávez, Fidel Castro, Gabriel García Márquez,la puja por los restos de Federico García Lorca, Euskadi y el problema de la autonomía vasca, las favelas de Río de Janeiro y sus jefes, Panamá y la disputa por el poder político y el canal.
Si bien todos los reportajes abordan en profundidad tanto a los personajes protagonistas como a las circunstancias y entorno donde se mueven y ejercen poder creo que los más notables son los que tienen como protagonistas a Gabriel García Márquez y al presidente de Venezuela Hugo Chávez.
En “El poder de García Márquez” – publicado en 1999 en The New Yorker -el escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura es abordado por Jon Lee Anderson en todas sus facetas: el escritor, el personaje público amigo de Fidel Castro y otros hombres con poder, los hermanos de García Márquez, su mujer Mercedes y también las historias que dieron origen a sus más famosos libros, como la de “El amor y otros demonios”.
El lugar que Anderson describe como un actual hotel de diseño de una conocida cadena francesa fue construido como convento en el año 1617. Ese convento tiene un papel destacado en “El amor y otros demonios”, una novela corta del escritor colombiano publicada en 1994: “El autor explica en el prefacio que, en 1949, cuando era un joven periodista afincado en Cartagena, le encargaron que informase del desalojo de las criptas del convento. “Su preciosa capilla estaba casi a la intemperie por el derrumbe paulatino del tejado, pero en sus criptas permanecían enterradas tres generaciones de obispos y abadesas y otros personajes eminentes”. En un nicho del altar mayor, los obreros encontraron el cráneo de una joven con “una cabellera viva de un color cobre intenso” que “medía veintidós metros con once centímetros”. El “maestro de obra” le explicó que no era raro, porque el cráneo tenía doscientos años, pero a García Márquez no le “pareció tan trivial, porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia del día, y el origen de este libro…”.
En otro de los reportajes, “El revolucionario” dedicado al líder venezolano Hugo Chávez, y publicado en The New Yorker en 2001, Anderson dice:
“…Pocos dirigentes latinoamericanos modernos han adoptado una actitud tan provocativa como Hugo Chávez ni han tenido visiones de futuro tan grandiosas. Sus votantes más fieles son los pobres, que representan el ochenta por ciento de los veinticuatro millones de habitantes que tiene Venezuela…”.
Jon Lee Anderson viajó varias veces con Hugo Chávez, conoció a sus padres, a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos.
Uno de los rasgos que pintan a Chávez, relatados por Anderson, es haberse negado a disparar contra el pueblo:
“En febrero de 1989, el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez accedió a aplicar un programa de reforma económica, a instancias del FMI. La subida de tarifas de los autobuses estuvo entre sus primeros efectos. Estallaron disturbios, Pérez sacó al ejército a las calles y el Ejército disparó contra los saqueadores.
“Yo era entonces un simple soldado – me dijo Chávez bajo el mango de La Casona -. Nada más que un soldado, con un buen futuro, y todo iba bien, pero entonces tuve que preguntarme: “¿Qué hago yo con este fusil?” ¿Hacia dónde apunto?” Fue una terrible crisis de conciencia. El huracán se ha desatado, ¿qué hago yo ahora? ¿Tiro el fusil al suelo y echo a correr, y dejo de ser soldado, o apunto a esos infelices campesinos?¿O apunto a los que han llevado al pueblo a esta situación? Mis compañeros y yo seguimos el ejemplo de Bolívar, que dijo: “Maldito sea el soldado que vuelva las armas contra su pueblo…”.
El Hugo Chávez presentado en este reportaje es un hombre hiperactivo, que bebe mucho café, duerme tres horas, recibe cartas, conduce un programa de televisión, cita a Simón Bolívar en su retórica y en forma literal y se comporta como un político en campaña en forma continua.
Anderson también conoció la habitación donde Chávez estuvo prisionero cuando se rindió en 1992. Desde ahí convenció a los mandos militares que lo dejaran hablar por televisión a sus compañeros, para que depusieran las armas y evitar un baño de sangre.
Bendecido por una oratoria como tienen pocos líderes, Chávez dijo que las frases le habían salido espontáneamente de la boca.
“El dictador, los demonios y otras crónicas” es en síntesis un libro fascinante, que debería leerse para conocer a los grandes protagonistas del siglo XX y XXI y sus escenarios.
Jon Lee Anderson (California, 1957) es un extraordinario reportero, colaborador del New Yorker y se le ha llamado "el herededo de Kapuscinski". Ha publicado, entre otros, Guerrilas: Journeys in the Insurgent World y The Lion's Grave: Dispaches from Afganistan. Por La caída de Bagdad obtuvo el Premio Reporteros del Mundo 2005.
© Araceli Otamendi – Archivos del Sur
Esta nota me ha conectado con un Gabriel García Márquez que imaginaba como excelente observador de su entorno. En cuanto a Hugo Chávez es interesante conocer más sobre un hombre que está influyendo en el destino latinoamérica. Gracias Araceli. Ada Inés Lerner
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