Una Navidad– Truman Capote
Traducción Paula Brines
(Buenos Aires)
El cuento Una Navidad del escritor norteamericano
Truman Capote está incluido en el libro Cuentos completos, del mismo autor,
publicado por la editorial Anagrama. El cuento tiene fecha de publicación 1982.
El narrador en primera persona inicia el relato con
un breve preámbulo autobiográfico donde describe a sus padres. La madre, una mujer
excepcionalmente inteligente, la chica más guapa de Alabama. Se casó a los dieciséis
con un hombre de veintiocho años que provenía de una buena familia de Nueva
Orleans. El matrimonio duró un año. La madre abandonó al marido y dejó al niño
al cuidado de su numerosa familia de Alabama. Quería ir a la universidad para
tener una carrera.
Durante años, el niño rara vez vio a ninguno de sus
padres. “Mi padre tenía asuntos en Nueva Orleans” dice el narrador y “mi madre,
tras graduarse, empezaba a abrirse camino por sí misma en Nueva York”.
A pesar de no estar en contacto con sus padres, el
narrador describe su vida entre parientes – tías, tíos y primos y una mujer,
una prima ya mayor ligeramente tullida llamada Sook – como una vida no
desagradable.
Además describe a Sook como su mejor amiga, quien le
habló de Papá Noel, de su barba abundante, su traje rojo y su ruidoso trineo
cargado de regalos. “Y yo le creí, del mismo modo que creía que todo era
voluntad de Dios, o del Señor, como siempre le llamó Sook…” dice el narrador.
Describe su apacible vida entre estos parientes
hasta que llegan noticias alarmantes de Nueva Orleans: el padre quiere que el
niño vaya a pasar con él la Navidad.
“Nunca había salido de aquella aislada y pequeña
ciudad de Alabama, rodeada de bosques, granjas y ríos. Jamás me acostaba sin
que Sook me peinara el pelo con los dedos y me besara para darme las buenas
noches. Además, me asustaban los extraños, y mi padre era un extraño” afirma el
narrador.
Pero Sook convence al niño para que vaya a pasar la
Navidad con su padre:
“Es la voluntad del Señor. Y, quien sabe, Buddy, quizás hasta veas la nieve”.
Así, con la promesa de ver la nieve, el niño
emprende solo un viaje de más de setecientos kilómetros en autobús, con un
paisaje muy distinto al que está acostumbrado a ver, por tierras pantanosas a
lo largo de la costa, “hasta llegar a una ciudad ruidosa, con tranvías
tintineantes y mucha gente peligrosa con pinta de extranjera”. Así es la
descripción que hace de Nueva Orleans.
Al llegar lo recibe el padre, un hombre alto y
apuesto quien se sorprende porque el niño no lo reconoce. Lo primero que hace
el recién llegado es preguntar por la nieve y se desilusiona enseguida porque
el padre asegura que nunca ha nevado en Nueva Orleans.
La primera noche en la casa de su padre, el niño
empieza a pensar en los regalos que le gustaría que le trajera Papá Noel: un
cuchillo con mango de nácar, un gran rompecabezas, un sombrero de cow-boy, un
rifle BB para matar gorriones, una caja de lápices y más que cualquier otra
cosa, una radio.
El narrador afirma que no conocía ni a diez personas
que tuvieran una radio. “Era la época de la Depresión y en el Profundo Sur eran
pocas las casas que tenían radio o refrigerador”.
Pero el padre tenía las dos cosas. El narrador
describe al padre como alguien que parecía tenerlo todo: un auto con el asiento
trasero al descubierto, una casita de color rosa en el Barrio Francés.
Poco se sabe del padre del niño, hasta que lo
describe como alguien que tenía media y hasta una docena de amigas. Si bien la
madre nunca volvió a casarse, a pesar de tener admiradores, el padre sí lo
hizo, seis veces.
La diferencia entre vivir en una zona rural, en Alabama, y estar en Nueva Orleans, viviendo
una vida más urbana, hace de contrapunto en la narración. En Nueva Orleans el
niño usa unos incómodos zapatos a los que siente pesados, como una especie de
tortura. También sufre los cambios de comida de un lugar a otro.
Pero el niño no quiere decirle al padre lo
desgraciado que se siente. Y cuando el padre le pregunta acerca de si quiere
vivir con él en Nueva Orleans, el niño le dice que extraña a Sook y a sus mascotas.
En vísperas de Navidad, el niño descubre en el
escaparate de una gran tienda de juguetes la maqueta de un avión, “lo bastante
grande como para sentarse dentro y pedalear como en una bicicleta”. Se
despierta en él la fantasía de volar y causar admiración entre sus primos.
Y reza para que Papá Noel le traiga el avión.
La convivencia con el padre, el cambio de costumbres
no le resulta fácil al niño.
Cuando llega la Nochebuena, el niño está esperando
la llegada de Papá Noel con los regalos. Si bien el niño cree en el personaje
navideño, uno de sus primos, Billy Bob, lo había confrontado, diciéndole que no
existía.
La casa del padre “podría haber sido confundida con
la casa de un rico; era más bien la casa de un hombre con pretensiones de
elegancia”.
Muchos años después, cuando el niño vivía en un
internado de Nueva Inglaterra, en una visita, la madre le dice al hijo que la
vida ostentosa que lleva el padre se debe a las mujeres ricas con las que el
hombre tiene relación.
Durante esa visita de la madre que el narrador
describe con amarga ironía, el personaje se refugia en los recuerdos de la
extraña e inolvidable fiesta que dio su padre en Nueva Orleans aquella
Nochebuena.
Es una fiesta de invitados elegantes, mujeres y
hombres y bastante mayores que el padre.
El niño pasa despierto toda la noche, esperando la
llegada de Papá Noel. Al amanecer, el niño empieza a mirar las tarjetas de los
regalos, todas decían “para Buddy” excepto una que estaba destinada al ama de
llaves y empieza a abrir los regalos, entre ellos “una pistola de pistones” con
la que decide hacer ruido y despertar al padre.
Cuando el padre pregunta si le gustan los regalos
que le ha traído Papá Noel, el niño responde afirmativamente pero le pregunta
qué es lo que le va a regalar él.
El niño le pide el avión que vieron en la vidriera
de una juguetería. Falta poco para emprender el regreso a Alabama y consiguen
comprar el avión para llevar en el viaje.
El padre no quiere que el niño regrese con los
parientes de Alabama, a quienes describe como “una familia de locos”. “Hay que ver
lo que han hecho contigo. ¡Un niño de seis años, casi siete, hablando de Papá
Noel!
“Todo es culpa suya, de esas viejas solteronas
agriadas, con sus Biblias y sus calcetas, de esos tíos tuyos, todos borrachos”,
le dice el padre, en evidente estado de ebriedad, y ya camino a la estación. Y
le inflinge una retahíla de descreimientos. Esta parte, donde el padre está
desesperado por la partida del hijo y el niño, está aterrado por temor a perder
el autobús y preocupado por el avión que viaja con ellos en el taxi, es uno de
los mejores tramos del cuento.
Antes de separarse el padre le pide al niño que le
diga “Te quiero”, pero el niño no se puede expresar. El padre se queda hasta
ver cómo el niño está acomodado en el autobús.
La maestría de Truman Capote para narrar hace que el
final del cuento cierre con un broche de oro: el niño siente un dolor agobiante
que lo hiere por todas partes. “Pensé que, si me sacaba los pesados zapatos de
ciudad, auténticos monstruos torturadores, aquella agonía remitiría. Me los
quité, pero el misterioso dolor no me abandonó. En cierto modo, nunca me
abandonó, nunca más lo hará”.
Ya en la casa de Alabama, el niño conversa con Sook,
mujer muy creyente que ante las dudas del niño por todo lo que ha vivido,
afirma que:
“Por supuesto que existe Papá Noel. Sólo que es imposible que una persona haga
todo lo que hace él. Por eso el Señor ha distribuido el trabajo entre todos
nosotros. Por eso todo el mundo es Papá Noel. Yo lo soy. Tú lo eres. Incluso tu
primo Billy Bob”.
Antes de dormirse el niño recapacita: “la última
cosa que recordé fue la voz serena del Señor encomendándome algo que hacer”. Al
día siguiente el niño va con Sook a la oficina de correos y compra una postal
de un penique.
Todavía existe esa postal, dice, “fue hallada en la
caja de caudales de mi padre cuando murió,
el año pasado. Esto es lo que le había escrito: “Hola papá espero que estés
bien como yo y estoy aprendiendo a pedalear muy rápido en mi avión estaré
pronto en el cielo así que mantén los ojos abiertos y sí te quiero Buddy”.
Truman Streckfus Persons, famoso bajo el nombre de
Truman Capote (1924-1984), nacido en Nueva Orleans, Louisiana. Estudió en
Connecticut. Fue sucesivamente libretista de cinematógrafo, bailarín en un
barco fluvial, y cadete en la revista New Yorker. A los diecinueve años ganó el
premio O. Henry con su relato Miriam, el
mismo premio le fue otorgado en 1948 por Shut a Final Door (Cerrar una puerta
final). Su primera novela Otras voces, otros ámbitos, de 1948, que muchos
creyeron autobiográfica, lo hizo famoso. En 1951 publicó The Grass Harp (El
harpa de hierba), que había escrito en Sicilia y cuya parte de verdad no fue
sospechada por nadie.
Abordó dos veces el teatro con escasa fortuna. En
1956 publicó Muses Are Heard (Oídas son las musas), que refiere su viaje a la
Unión Soviética acompañando la producción de Porgy and Bess.
Es curiosa la historia de su libro In Cold Blood (A
sangre fría) (1966), donde un cuádruple asesinato en un pueblo de Kansas es el
tema, y utiliza este hecho atroz para crear un género nuevo, que participa del
periodismo y la literatura. In Cold Blood está redactada con una objetividad
casi inhumana que recuerda ciertos experimentos literarios intentados en
Francia.
Truman Capote está considerado como uno de los mejores
escritores norteamericanos del siglo XX.
Son reconocidos sus
libros Otras voces, otros ámbitos, El arpa de hierba. Un árbol de noche,
Desayuno en Tiffany´s, A Sangre fría, Música para camaleones, Plegarias
atendidas, Retratos, Tres cuentos, Los perros ladran y Cuentos completos.
Bibliografía:
Truman Capote, Cuentos completos, editorial Anagrama
Jorge Luis Borges, Introducción a la
literatura norteamericana, editorial Emecé
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