Tayllerand
Duff Cooper
Editorial Claridad
(Buenos Aires)
Charles- Maurice, Príncipe de Tayllerand nació en París el 2 de febrero de 1754. Fue un estadista de extraordinaria habilidad y contradicciones. Reconocido personaje de la escena social ocupó altos cargos públicos bajo cinco administraciones distintas.
Aunque notorio oportunista, los beneficios que obtuvo Francia de su accionar superan, con creces, la vasta fortuna personal que amasó mientras estaba a su servicio. Partidario de la Revolución, luego de la caída de la monarquía, Tayllerand huyó primero a Gran Bretaña y luego a los Estados Unidos. Luego de un par de años en el exilio, regresó a Francia y sirvió bajo el mando de Napoleón, representando a Francia en ante el Congreso de Viena.
Se ordenó sacerdote y el género de vida eclesiástica lo independizó de sus parientes.
Se compró una casita pequeña pero confortable en un tranquilo rincón de París donde recibía todas las mañanas a algunos amigos que almorzaban con él. El amigo preferido que frecuentaba a Tayllerand era Auguste de Choiseul, sobrino del entonces ministro de Luis XV. También el nombre de Louis de Narbonne estaba asociado a menudo a los dos, formando un trío que se destacaba en el mundo elegante de París por su saber, su astucia algo maligna y sus conquistas. Era el apogeo del período filosófico y como era razonable esperar llegó a París el patriarca de la filosofía, para recibir la adulación de sus discípulos antes que fuera demasiado tarde. Voltaire, ahora muy anciano, fue recibido con honores más que reales, y uno de los últimos actos en que participó fue dar solemnenmente su bendición al abate de Perigord, arrodillado a sus pies, en medio de los grandes aplausos de los presentes.
Tayllerand vivió un período de la oratoria en París en la época de la juventud, cuando las grandes damas eran las que presidían el diálogo y dictaban la moda. Ellas eran árbitros no solamente de la elegancia, sino también de la moral, de la política y de las artes. Nadie había podido brillar sin tener un salón social como fondo, y en cada salón una dama.
Sin embargo el cebo que utilizaba Tayllerand para comprometer ayuda no estaba limitado a la excelencia de su mesa y a su brillante conversación. Para los más exigentes tenía argumentos más sólidos.
El programa político del diputado Tayllerand sorprendería al lector actual por el modernismo de sus ideas, porque además era el programa de un obispo que pertenecía a la más antigua y rancia nobleza francesa del siglo XVIII.
La biografía de Duff Cooper logra trasmitir la fuerza, elegancia e inteligencia que caracterizó al célebre personaje además de recrear una época singular.
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