Arte en flujo
Ensayos sobre la evanescencia del presente
Borys Groys
Traducción Paola Cortes Rocca
Caja Negra editora
Buenos Aires, 2016
(Buenos Aires)
“El arte contemporáneo escapa del presente no resistiéndose
a la corriente del tiempo,
sino colaborando con ella”, afirma Borys Groys. “Si todas las
cosas del presente son
transitorias y fluidas es posible, e incluso necesario,
anticipar su eventual desaparición.
El arte moderno y contemporáneo practica justamente la
prefiguración e imitación del
futuro en el que las cosas que ahora son contemporáneas
desaparecerán. Esta imitación
del futuro no puede producir obras; produce, en cambio,
eventos artísticos, perfomances,
exhibiciones temporarias que demuestran el carácter
transitorio del orden presente de
las cosas y de las reglas que gobiernan la conducta social
contemporánea. La imitación
anticipada del futuro puede manifestarse solo como un
acontecimiento y no como una cosa.
Los artistas del futurismo y del dadaísmo producían hechos
artísticos que revelaban la decadencia
y la obsolescencia
del presente. Pero la producción de acontecimientos estéticos es incluso más
característica del arte contemporáneo – y su cultura de la
perfomance y la participación. Los
acontecimientos artísticos actuales no pueden ser
preservados y contemplados como obras de
arte tradicional. Sí pueden, sin embargo, ser documentados,
narrados y comentados. El arte
tradicional produce objetos de arte; el arte contemporáneo
produce información sobre
acontecimientos de arte”.
Esto hace al arte contemporáneo compatible con Internet y el
libro aborda en un capítulo la
relación entre arte e internet.
Groys examina en estos ensayos con sutileza la
intensificación de estos procesos en el contexto
de la migración masiva de las prácticas y las instituciones
culturales a Internet, donde el impulso
inicial de las vanguardias históricas pareciera encontrar su
culminación.
Arte en Internet
“…La cuestión que antes preocupaba a los artistas y
escritores era ¿cuáles son los criterios de selección?
¿Por qué ciertas obras van al museo y otras no? ¿Por qué
algunos texto se publican y otros no?
Conocemos las teorías católicas (para llamarlas de algún
modo) por las cuales una obra de arte
merece o no ser elegida por el museo o la editorial: una
obra debe ser buena, bella, inspiradora,
original, creativa, poderosa, expresiva, históricamente
relevante – y cien criterios similares que
podríamos citar. Sin embargo, esas teorías colapsaron porque
nadie pudo explicar de manera
consistente por qué una obra particular es más bella,
original, etc. que las demás. O por qué
un texto particular está mejor escrito que otro. Las teorías
más exitosas eran más protestantes,
incluso calvinistas. Según ellas, las obras se eligen porque
se eligen. El concepto de poder divino
que es perfectamente soberano y no necesita legitimación se
había transferido al museo y a otras
instituciones culturales tradicionales. Esta teoría
protestante de la elección, que subraya el poder,
incondicionado del que elige, es una precondición para la
crítica institucional –y el museo y otras
instituciones fueron criticadas, de hecho por el modo en que
usaron y abusaron de su supuesto
poder.
El surgimiento de Internet eliminó esta diferencia entre
producción y exhibición del arte. En la
medida en que involucra el uso de Internet, el proceso de
producción artística está expuesto
de principio a fin. En épocas anteriores, solo los
trabajadores industriales actuaban bajo la
mirada de otros – bajo ese control constante que Michel
Foucault describe de manera tan
elocuente. Los artistas o los escritores trabajaban
retirados, más allá del panóptico y del
control público. Sin embargo, en tanto los así llamados
trabajadores creativos usen Internet,
estarán sujetos al mismo grado de vigilancia, o incluso más,
que los trabajadores foucaultianos.
Los resultados de la vigilancia son vendidos por las
corporaciones que controlan Internet
Debido a que son las propietarias de sus medios de
producción y de sus bases técnicas y
materiales. Aquí nos encontramos frente a un fenómeno interesante: la mercantilización de la hermenéutica.
Según el filósofo, crítico de arte y teórico de los medios
Borys Groys el arte y sus instituciones,
al comienzo del siglo XX fueron sometidos a la crítica de un
nuevo espíritu democrático e
igualitario. El suprematismo de Malévich, el futurismo de
Marinetti y el trabajo de los artistas
de la Bauhaus desacreditaron tanto la noción de la obra de
arte como objeto sagrado, como la
función preservativa de los museos y las promesas de
eternidad materialista que estos auguraban.
Esto sentó las bases para el desarrollo de un “realismo
directo”: un arte sin producto, que no
produce objetos sino prácticas destinadas a no sobrevivir,
como las perfomances, las instalaciones
y el arte relacional. Con ello, se cumple uno de los
objetivos más radicales de las vanguardias: el
arte abandona su distinción y sus privilegios, y se entrega
a la corriente del tiempo, a la disolución
que pesa sobre el flujo de todas las fuerzas materiales.
Boris Groys (Berlín, 1947) es filósofo, crítico de arte y
teórico de los medios, internacionalmente reconocido por sus investigaciones
sobre el arte de vanguardia del siglo XX y los medios de comunicación
contemporáneos. Estudió filosofía y matemáticas en la Universidad de
Leningrado. Miembro activo de los círculos no oficiales de intelectuales y
artistas de Moscú y Leningrado bajo el régimen soviético, emigró en 1981 a
Alemania, donde se doctoró en filosofía en la Universidad de Münster. Desde
entonces, desarrolló una intensa vida académica en la Escuela Superior de
Diseño de Karlsruhe, la Academia de Bellas Artes de Viena y las universidades
de Filadelfia, Pensilvania y Nueva York, entre otras. A la par de su trabajo
académico, Groys es un destacado curador de arte. Entre sus libros más
importantes se destacan Sobre lo nuevo: ensayo de una economía cultural, Bajo
sospecha: una fenomenología de los medios
y Obra de arte total Stalin
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