miércoles, 28 de julio de 2010

La grilla y el parque - Adrián Gorelik





La grilla y el parque
Adrián Gorelik
Editorial Universidad Nacional de Quilmes

(Buenos Aires)

La grilla y el parque – Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936 -  busca responder a la pregunta ¿cómo se forma una metrópolis en la pampa entrelazando dos historias: la de la ocupación progresiva de la llanura – el problema del barrio suburbano como construcción cultural – y la de la producción de redes de sentido globales que en un breve lapso modificaron por completo las representaciones de lo que era la ciudad.
Este libro es una versión corregida de la tesis doctoral sobre el proceso de emergencia y frustración de un espacio público metropolitano en Buenos Aires, que realizó el autor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Una metrópolis en la pampa

“En 1887, como derivación de la federalización de la ciudad de Buenos Aires realizada a comienzos de la década, el gobierno de la provincia de Buenos Aires le cedió al gobierno nacional una parte adicional de territorio para ampliar la Capital, a partir del cual, un año después, se trazaron sus límites definitivos (la actual avenida General Paz). El municipio tenía hasta entonces un poco más de 4 mil hectáreas, aunque sus 400 mil habitantes ocupaban un área edificada bastante menor; a partir de su ampliación pasó a tener más de 18 mil hectáreas, convirtiéndose en una de las jurisdicciones municipales más extensas entre las metrópolis más importantes. En el momento de la ampliación territorial, en las nuevas 14 mil hectáreas no había más de 25.000 habitantes, y sólo estaban trazadas y edificadas unas pocas manzanas en los poblados de Flores y Belgrano. Cinco décadas más tarde, hacia 1936, ese nuevo territorio ya estaba completamente urbanizado, de modo que no era posible distinguir el municipio original de su anexión, y se extendían, además, en tres brazos al norte, al oeste y al sur, núcleos de población por fuera del Distrito Federal, formando una incipiente región metropolitana…”.

¿Qué son la grilla y el parque?
Literalmente, la parrilla de manzanas que cuadriculan el territorio de Buenos Aires y el verde urbano realizado en los parques públicos. Aquí intentarán ser, además, estructuras básicas del espacio público metropolitano en Buenos Aires; soportes (simbólicos y materiales) de intervenciones más abarcantes sobre el espacio público o de representaciones de éste, como monumentos o instituciones; artefactos históricos en los que aparecen grabadas ideas en pugna sobre cómo debe ser la esfera pública ciudadana, precisos proyectos culturales y políticos; claves de tradiciones técnicas e ideológicas de tan larga data como fuerte imposición presente. Son, al mismo tiempo, instrumentos de intervención urbanística; es decir, constituyentes pragmáticos de la urbanística en una ciudad sin tradición teórica en esa disciplina. Por lo tanto, de acuerdo a cómo se define la urbanística en que se moldean, instrumentos de reforma social, figuras formadoras de ciudadanía y su propia metáfora: son la materialización de modelos de estado y sociedad; huellas de conflictos y proyectos aun cuando todavía no se habían realizado y aun cuando nunca se realizarían del todo; modalidades, cifras del espacio público, ya que no espacio público ellos mismos…”.

Cané, Borges, Sarmiento, Schiafino  y la visión de Buenos Aires



Según Miguel Cané, en una carta al Intendente Torcuato de Alvear desde Viena (14-1-1885),  Buenos Aires “es la ciudad más fea que he conocido entre las de primero, segundo y cuarto orden”.
Miguel Cané ponía así en palabras desde la distancia, cuando se hallaba de viaje en Europa y percibía los contrastes con las perspectivas interminables de las calles siempre iguales de Buenos Aires, cuyas casas bajas de azoteas planas hacían juego con la regularidad tediosa de la planicie.

“…Sarmiento es uno de los primeros que propone el diagnóstico: la identificación de la planta vieja de la ciudad con las pervivencias tradicionales, como el sinónimo de la “imprevisión” y la “incultura” españolas y de la amenaza anómica de la pampa; la pampa es la metáfora de la asfixia de una ciudad a la que la grilla convierte en “una vasta prisión”, en un cuerpo pletórico que se ahoga. Es el retrato de una ciudad tradicional que no podía sino reproducir, en la visión sarmientina, una sociedad tradicional; a ellas le opone una visión de la ciudad como espacio público, posibilitada exclusivamente por la carga modernista de la idea de parque; Palermo, como inicio ex novo de una ciudad nueva para una nueva sociedad que sólo podría surgir lejos y afuera de la ciudad tradicional. El parque como espacio de reunión de lo pintoresco y lo sublime, de la cultura y el civismo democrático, opuestos tanto a la naturaleza informe como al pasado presente en la cuadrícula…”.

También Eduardo Schiaffino encontrará la explicación a tanta monotonía en que Garay – fundador de Buenos Aires – hubiese sido ingeniero militar: “entre él y sus imitadores nos han cuadriculado el suelo de la República”.



Jorge Luis Borges en su poema “Fundación mítica de Buenos Aires”  en un gesto que caracteriza muchas de sus operaciones culturales, imagina la fundación mítica de la ciudad en una manzana cuadrada, “una manzana entera pero en mitá del campo”, dándole estatuto fundacional, provocativamente a los dos símbolos del repudio culturalista.
Es que en 1890 a partir del fin de siglo la visión de la pampa se fue positivizando: puesto en crisis el ideal civilizatorio a partir del crack financiero y político de ese año y de la babel de lenguas y de rostros en que se convierte la metrópolis: “la pampa comienza a aparecer como un lugar incontaminado, reserva de valores puros; junto con el gaucho, que en el momento en que se extinguía como figura real se convertía en figura mítica, la pampa pasó a ser emblema de la nacionalidad, la respuesta cultural a la necesidad de construir una identidad fuerte frente al aluvión inmigratorio…”.


Sarmiento: el Facundo y el modelo de ciudad:  Córdoba o Buenos Aires      

“…Para Sarmiento, una ciudad materializa el completo sistema en el que una sociedad y un estado se organizan, y una ciudad moldea – y por lo tanto puede cambiarla – a la sociedad que la habita; por eso mismo, una ciudad debe cambiar ella misma si la sociedad ya lo hizo. La convicción plena sobre la necesidad de esa sincronización es la que guiará su búsqueda y la que lo convertirá, al mismo tiempo, en un referente ineludible, en tanto constructor de los principales motivos con que la ciudad podrá ser pensada en relación con la política, la cultura y la naturaleza. Tal convicción la confirma en sus primeros viajes, a través del descubrimiento de la ciudad norteamericana, pero ya estaba presente en el Facundo, en la comparación arquetípica entre la Córdoba enclaustrada que no puede mirar hacia atrás y la Buenos Aires abierta al mundo como modelo para una nueva Argentina – y recordar que cuando Sarmiento escribe el Facundo no conoce ni Córdoba ni Buenos Aires no hace más que reforzar el carácter deliberadamente programático de esa sincronización, la funcionalidad ficcional del artefacto ciudad en la narrativa política sarmientina-…”.

La ciudad nueva: La utopía del “pensamiento argentino”

“…Una de las formulaciones más tempranas y precisas la elaborará Sarmiento: la “ciudad nueva”. Se trata, en verdad, de un programa que, como se anticipó encuentra un momento de altísima condensación en el proyecto del Parque de Palermo. Palermo se forma muy lejos de la ciudad, en tierras sobredeterminadas simbólicamente: las tierras desde las cuales Rosas había organizado y administrado su orden despótico. Enfrentando la tenaz oposición de quienes veían en esas tierras los emblemas materiales de un pasado sangriento, Sarmiento destaca el valor catártico del parque: clausurar justamente aquellos significados, sobreimprimiendo su modelo de civilización a la barbarie. Barbarie política y geográfica: es la propia pampa que pende como amenaza sobre el proyecto modernizador la que debía ser “sometida a la cultura”. Pero sobre todo, Palermo permite establecer una distancia programática con la ciudad existente, que debe ser dejada atrás; Palermo sería así excéntrico sólo coyunturalmente, porque estaba llamado a ser el Parque central de una ciudad nueva…”.


Adrián Gorelik nació en Mercedes (Buenos Aires) en 1957. Es arquitecto y doctor en historia (ambos títulos por la Universidad de Buenos Aires); es investigador en el Programa de historia intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes y docente en la misma Universidad, y coordina el Seminario de historia de las ideas, los intelectuales y la cultura en el Instituto Ravignani de la UBA. Ha publicado numerosos artículos sobre temas de historia urbana y crítica cultural de la ciudad y la arquitectura, y, en colaboración con Jorge Liernur, el libroLa sombra de la vanguardia. Hannes Meyer en México 1938-1949 (1993).

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