martes, 3 de mayo de 2011

El extranjero - Albert Camus



El extranjero
Albert Camus
Novela gráfica
Adaptación: Juan Carlos Kreimer
Ilustración: Julián Aron
Ediciones de la Flor

(Buenos Aires)

Ediciones de la Flor publicó El extranjero, la célebre novela de Albert Camus, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957 en forma de novela gráfica. La adaptación, como en otros libros de la colección es de Juan Carlos Kreimer y las ilustraciones son de Julián Aron.
El personaje protagonista de El extranjero es Meursault, de quien dijo Camus en el prólogo de su obra, edición norteamericana:


“…No obstante, se tendrá una idea más exacta del personaje y, en todo caso, más acorde a las intenciones de su autor si uno se pregunta en qué Meursault no juega el juego. La respuesta es simple: se niega a mentir. Mentir no es sólo decir lo que no es. Es también, y sobre todo, decir más de lo que es y, en lo que concierne al corazón humano, decir más de lo que no se siente. Es lo que todos hacemos a diario para simplificar la vida.
Al contrario de lo que parece, Meursault no quiere simplificar la vida. Él dice lo que es, se niega a enmascarar sus sentimientos e inmediatamente la sociedad se siente amenazada. Se le pide, por ejemplo, que diga, según la fórmula de rigor, que se arrepiente de su crimen. Él responde que al respecto soporta más fastidio que pesar verdadero. Y ese matiz lo condena…”.

El crítico Harold Bloom incluye a esta novela de Camus en su libro El futuro de la imaginación donde la opinión de René Girard se enfoca sobre El extranjero.
La opinión de René Girard, quien “volvió a juzgar” El extranjero, disintió con el veredicto del inocente pronunciado por Camus para su protagonista:

“Si la necesidad sobrenatural está presente en El extranjero ¿Por qué debe ser Meursault el único afectado por su poder? ¿Por qué medir con distinta vara a los demás personajes de la novela? Si el asesino no ha de responsabilizarse de sus actos, ¿por qué han de hacerlo los jueces?

Girard repondía así a un desafortunado comentario del propio Camus: “ Es muy probable que un hombre que no llora en el funeral de su madre sea condenado a muerte”. En opinión de Girard, lo que Camus buscaba era convencernos de que el veredicto de culpabilidad siempre es erróneo. Girard llamaba a esto “maniqueísmo egotista”, y condena a Camus por “solipsismo literario”, particularmente en una frase demoledora: “Camus peca de solipsisista cuando escribe El extranjero, igual que Meursault cuando asesina al árabe”. En esta lectura, el “asesino  inocente” es una metáfora del proceso creativo. Meursault es un niño malo, y Camus se vuelve como un niño cuando escribe la novela de Meursault. Girard considera que la novela es un logro estético, pero inmadura desde el punto de vista moral, puesto que Meursault mismo es merecedor de juicio, aunque Camus desea que su protagonista no sea juzgado.

“El mundo en que vivimos es un juicio perpetuo, nos recuerda Girard, en vena pascaliana. Para este crítico, las figuras comparables a Meursault, son Raskolnikov y Dimitri Karamazov, de Dostoievski.  Para Camus, es probable que esas figuras fuesen Joseph K. y K., el agrimensor, de Kafka.
Para Harold Bloom, quien disiente personalmente con Girard, El extranjero apenas puede sostener una dignidad estética, y sin duda alguna la novela es menor de lo que creíamos, pero no moralmente fallida o incoherente. En su cosmos, la culpa y la inocencia no se distinguen una de otra, y los juicios, judíos o cristianos, carecen de toda importancia. Meursault no es, como afirma Girard, un delincuente juvenil, sino una conciencia que no está a la altura de las circunstancias, encandilada por el sol, desbordada por un contexto demasiado fuerte para él.
También, en la opinión de Bloom, la verdadera influencia de El extranjero es Moby Dick, de Melvill; Camus, dice, sustituye la blancura de la ballena por la blancura del sol. Meursault no busca nada, no es Ahab, y Ahab, no le habría permitido subir a bordo del Pequod. No obstante, el cosmos de El Extranjero es, esencialmente, el de Moby Dick; aunque en muchos de sus aspectos visibles el mundo de Meursault pueda parecer formado en el amor, sus esferas invisibles tomaron forma en el miedo. El jansenista Girard no se equivoca cuando encuentra indicios gnósticos en el mundo de Camus, pero no es tan exacto cuando considera que Camus sólo tiene el sentido de la inocencia propio de un niño malo. Juzgar a Meursalt es tan inútil como juzgar a sus jueces; esa luz cegadora del sol quema e invalida todo juicio.
El extranjero junto con La peste,  es una gran novela de época, espejo fundamental de Francia y del mundo occidental en los años cuarenta, antes y después de la Liberación. Como dice Bloom, las buenas representaciones de época tienen su provecho y su justificación, y ofrecen valores que en sí mismos no son estéticos.

Albert Camus (Argelia, 1913- Francia, 1960) nació en una familia de colonos franceses y estudió filosofía en la Universidad de Argel; no llegó a licenciarse porque contrajo una fuerte tuberculosis. Creó una compañía de teatro y escribó en el diario del Frente Popular hacia 1940, cuando el gobierno prohibió ese periódico y le dificultó encontrar trabajo, emigró a Francia e ingresó en París-Soir, también leía originales para la editorial Gallimard.
Antes de publicar en 1942 El extranjero, novela que lo consagró internacionalmente, ya había publicado; El revés y el derecho y Bodas. En adelante, alternó la narrativa (La peste, La caída, El exilio y el reino…) y la dramaturgia (Calígula, El malentendido, Los justos, Los posesos…) con los libros de ensayo (El mito de Sísifo, El hombre rebelde, Reflexiones sobre la guillotina…).

El absurdo de la condición humana impregna toda su obra. No el absurdo como desatino: su absurdo habla del sentimiento de lo irracional y del anhelo de claridad que resuenan en las profundidades del hombre. Habla del desasosiego y las contradicciones de quienes viven en sociedades carentes de lógica o dirección humanista. Y de la búsqueda de un sentido que vuelva a reunir a los seres humanos con la vida y los haga sentir menos ajenos en este mundo.
Sus convicciones y discrepancias en relación con el P.C. no le impidieron asumir la dirección del periódico Combat durante la Resistencia francesa. Terminada la guerra, colaboró especialmente con publicaciones anarquisas. Para él, todas las ideologías que proponen una finalidad en la historia, a la larga, resultan destructivas: alejan al hombre de lo humano. En 1952, Jean Paul Sartre calificó su rebeldía como “deliberadamente estética” y dio pie a una polémica que trasciende el existencialismo de ambos. Poco después, durante  la despiadada guerra franco-argelina, Camus denunció la injusticia de su pueblo, empobrecido y humillado, y al mismo tiempo pidió a los combatientes independentistas que se reconocieran deudores de una lengua, una cultura y una sensibilidad política y social indisolublemente unidas a
Francia.
En 1944 le concedieron el Premio Nobel de Literatura. Tenía 44 años. Murió tres años después en un accidente automovilístico.

Bibliografía: Harold Bloom, El futuro de la imaginación, Editorial Anagrama 

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