sábado, 9 de mayo de 2020

Las brujas de Carupá - Luis Mey



Las brujas de Carupá
Luis Mey
Factotum Ediciones

(Buenos Aires)

Las brujas de Carupá es la historia de un niño, Arnaldo, y de su familia, donde unas energías sobrenaturales se mezclan con la vida cotidiana.
Arnaldo se asemeja a otro de los personajes del mismo autor, Manuel, en Los pájaros
de la tristeza. Su lenguaje es precario, le faltan palabras para expresarse y se comunica
más con los significados que con los significantes.
La familia de Arnaldo puede considerarse como disfuncional.
Una magia nativa circula por la narración e impregna la historia. Con estos
personajes puede ocurrir cualquier situación extraña en cualquier momento.
Las situaciones más dramáticas bordean el terror sin alcanzar los límites, el horror se
aminora con la realidad que circunda a  los personajes.
El trasfondo social, la pobreza material constituyen el marco de la novela, donde
los personajes, mediante sus poderes mágicos, intentan una salida.
El mundo de Arnaldo, es el de un niño que vive y observa la realidad con una mirada
distorsionada y motiva a preguntarse al lector ¿cuánto de esa realidad está
distorsionada? ¿cuánto hay en el mundo de los adultos que un niño no puede
llegar a comprender?
La narración está compuesta por las peripecias de esa familia, con la voz en primera
persona de Arnaldo.
Esta nueva novela de Luis Mey, vuelve a sorprender y acerca al lector al mundo de la infancia, a través de la mirada de un personaje singular.

Luis Mey nació en 1979. En 2013 obtuvo el Premio Décimo Aniversario de la revista Ñ por
su novela La pregunta de mi madre. Antes publicó una “trilogía conurbana” compuesta por
Las garras del niño inútil, En verdad quiero verte pero llevará mucho tiempo y Los abandonados.
También es autor de Macumba, novela de terror, y Diario de un librero, anecdotario novelado
de su experiencia como librero. Publicó además las novelas Tiene que ver con la furia (Emecé,
en coautoría con Andrea Stefanoni) y El pasado del cielo (Seix Barral). Colabora con diferentes
medios gráficos.

sábado, 2 de mayo de 2020

Dos libros para identificar flores de la Patagonia


Jardín Histórico - Museo del Fin del Mundo 
Jardín Histórico - Museo del Fin del Mundo 

(Buenos Aires)


Quien visita en verano la ciudad de Ushuaia en la provincia más austral de la Argentina
se sorprende por la cantidad y variedad de flores que se encuentran tanto en la ciudad como
en los lugares más turísticos que se pueden visitar. En el Parque Centenario, desde donde
se puede ver la bahía, el puerto y la ciudad, además de las montañas, hay flores. 
También las hay en el Jardín Histórico en uno de los edificios del Museo del Fin del Mundo, en el
Parque Nacional de Tierra del Fuego, y otros lugares.

Lago Escondido

Para identificarlas, porque son de muchas variedades, se pueden usar la Guía de identificación
de flores de la Patagonia Andina,  editorial Artemisa:




y también el libro Flores de la Patagonia argentina, de María Victoria Bisheimer.




Parque Nacional de Tierra del Fuego
Parque Centenario



Parque Centenario



Así, además de admirar las bellezas naturales se puede conocer algo más de la biodiversidad de 
esa región. Se conoce como biodiversidad a la variedad de seres vivos, sus relaciones e interacciones con el ambiente donde viven. Se incluye en el concepto de biodiversidad la variación genética en las especies y las conexiones entre éstas, así como también se tiene en cuenta la combinación de
los factores biológicos , químicos y físicos determinantes de la estructura y función de los ecosistemas.

bibliografía:

María Victoria Bisheimer, Flores de la Patagonia argentina, Neuquén,: Serie Patagonia, 2012
Silvia Fittipaldi, Guía de identificacióon de Flores de la Patagonia Andina, editorial Artemisa 

fotos; (c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur 

viernes, 1 de mayo de 2020

K-PUNK Volumen 1 - Mark Fisher




K-PUNK  volumen 1
Escritos reunidos e inéditos
(Libros, películas y televisión)
Mark Fisher
Traductor: Fernando Bruno
Editor: Darren Ambrose
Prefacio: Simon Reynolds
Editorial Caja negra
392 páginas

(Buenos Aires)

Mark Fisher (Reino Unido, 1968-2017) escritor, crítico musical y editor,
reconocido por su influyente blog k-punk, por su trabajo como director
de la editorial Zer0 Books y como profesor en el Departamento de Culturas
Visuales de la Universidad Goldsmiths, Londres, comenzó a editar su blog
k-punk en la primera época de los blogs. Rápidamente se transformó en una
parte importante de esa comunidad emergente, que incluía a los periodistas
de música Simon Reynolds, Ian Penman y David Stubbs, a los filósofos Nina
Power, Alex Williams, Lars Iyer, Adam Kotsko, Jodi Dean y Steven Shaviro, al
escritor y activista Richard Seymour, a los escritores Siobhan McKeown y Carl
Neville, y al crítico de arquitectura Owen Hatherley. Uno de los aspectos más
vitales de escribir en k-punk durante esos primeros años fue el simple elemento
de la reconexión, de involucrarse en un nuevo colectivo online en un momento
de su vida – luego de Warwick, la CCRU y el doctorado en Filosofía- en que se
encontraba bastante aislado.
Fisher dijo en una entrevista en 2010:
“Comencé a postear en el blog como un modo de volver a escribir luego de la
experiencia traumática de hacer un doctorado. El trabajo del doctorado hace que creas
que no se puede decir nada sobre ningún tema hasta no haber leído a todas sus autoridades.
Pero escribir en el blog parecía un espacio más informal, sin ese tipo de presiones.
Era un modo de forzarme a regresar seriamente a la escritura…”.
Estos posteos de k-punk encapsulan un momento intelectual de reflexión sobre el mundo:
son receptivos, inmediatos y ofrecen una perspectiva cargada de afectos.
Algunas de sus referencias y alusiones son sin duda desafiantes y potencialmente intimidantes
-Spinoza, Kant, Nietzche, Marcuse, Adorno, Althusser, Deleuze y Guattari, Baudrillard, Jameson,
Zizek, Zupancic, Berardi, Badiou, Lacan –pero nunca están marcados por la fervorosa
pedantería que exhibe en general la escritura académica en el ámbito teórico de las
humanidades. Mark tenía fe en la inteligencia y en la racionalidad de sus lectores; confiaba
en su capacidad de ser desafiados por lo que no les era familiar, por lo complejo y lo nuevo.
Mostraba constantemente mucha valentía para tomar una fuerte posición teórica y práctica.
Su obra iba contra la actual corriente antiintelectualista, que ha intentado aplanar las cosas
hasta el nivel de la instrumentalidad cretina y la estupidez utilitaria.
El libro K-punk volumen 1, reúne también los dos posteos  ¿Por qué k? y “Meme de libro”, ambos
escritos en 2005, que nos brindan un preciso conocimiento de las razones de Mark Fisher para publicar en k-punk, y también nos dan la posibilidad de entender sus objetivos operativos y sus ambiciones.
Uno de ellos es la simple convicción de tomar la nueva democracia tecnológica de los blogs y
utilizarla como un “conducto  para el continuo intercambio entre la cultura popular y la teoría”.
La fe de k-punk en la importancia de las formas marginales del discurso nunca disminuyó. Hay una
consistente convicción en la efectividad operativa de los discursos fugitivos que no han sido
legitimados ni por los canales oficiales del establisment (a través de la academia o los medios
de comunicación del mainstream) ni por las publicaciones en formatos tradicionales.
Finalmente, en el blog k-punk hay una siempre evidente antipatía y una negatividad ejemplar
hacia las posturas hiperirónicas del posmodernismo, el izquierdismo liberal tristemente
esperanzado, la cultura deslibidinizada, la superioridad de las clases altas, los trolls vampíricos,
la positividad vitalista y el creacionismo deleuziano.
El libro reúne una parte significativa de esa desbordante producción online, además de reseñas,
columnas de opinión, artículos activistas y ensayos que publicaba simultáneamente en revistas y
libros. Esta ambiciosa recopilación se propone reconstruir por primera vez la huella de aquellos
años de escritura frenética y contagiosa en los que ya aparecían las obsesiones de Mark Fisher:
el modernismo popular, los privilegios de clase, la precariedad y la depresión, las formas postca
pitalistas del deseo, la hauntología y el realismo capitalista. Este libro – el primero de tres volúmenes-
compila sus textos sobre literatura, cine y televisión, y cubre un amplio arco de referentes que incluye
a autores como J.G. Ballard, Margaret Atwood o Patricia Highsmith, directores como Cronenberg, Marker o Nolan, películas como Stars Wars, Los juegos del hambre o Terminator y programas televisivos como Big Brother, Breaking Bad, Westworld o The Americans.



jueves, 23 de abril de 2020

Las lealtades - Delphine de Vigan




Las lealtades
Delphine de Vigan
Editorial Anagrama
Traducción: Javier Albiñana
Barcelona, 2019
208 páginas

(Buenos Aires)

Las lealtades, novela de la escritora francesa Delphine de Vigan tiene como protagonistas a
dos amigos adolescentes, Theo y Mathis, de doce años, compañeros de escuela, a la profesora
de ambos Helene, a Cecile,  la madre de Mathis, quienes se alternan en distintos capítulos para
la narración. Tanto el narrador personaje de Theo como el de Mathis están en tercera persona y
el narrador de Helene como el de Cecile en primera.
Theo es hijo de padres separados y su tenencia es compartida, pasa un tiempo con la madre y luego
otro tiempo con el padre quienes no mantienen ninguna comunicación entre sí. El adolescente se
siente un botín de guerra y consume bebidas alcohólicas a escondidas. Mathis, su amigo, lo sigue.
Entre los dos jóvenes empieza a crecer una lealtad que se mantiene hasta el final de la novela.
El personaje de la madre de Theo aparece desdibujado, no se sabe mucho de ella. Helene, la profesora, advierte una apariencia frágil,  y una conducta taciturna en Theo, y lo observa cada vez más, para intentar saber los motivos.
El mundo de la escuela presenta cierta ceguera de la problemática de los adolescentes
y de los problemas del mundo real por parte de algunos profesoras y directivos, totalmente ajenos
a las angustias que se pueden sufrir a edades tempranas y al consumo de alcohol que se realiza en
la misma escuela.
El mundo de los padres  y de las familias y de la escuela aparece así fragmentado e incomunicado,
la excepción es Helene, quien se interesa humanamente por Theo, cita a la madre y quiere ir más
allá de su obligación docente para comprender a su alumno.
A medida que transcurren los capítulos, el mundo de Theo, quien parece estar más cerca del padre
desocupado que de la madre, aparece con mayor claridad. El adolescente, oculta a todos la situación
del padre, intenta protegerlo aunque esto lo lleve cada vez más hacia la autodestrucción.
Hay otro mundo que se revela en Las lealtades y es el de la madre de Mathis, casada con un hombre
de un nivel social superior al suyo, y con el que ha intentado ponerse a tono con mucho esfuerzo.
Esta mujer, Cecile, una ama de casa dedicada al hogar y su familia, descubre un día que el marido
es otro, distinto al hombre que conoce, cuando este escribe en la web. Este descubrimiento ilumina
su propia ceguera, su sometimiento a una serie de convenciones sociales que no le parecían ridículas
hasta que lo advierte.
Tanto Helene como Cecile han tenido una infancia y una adolescencia difíciles, con familias problemáticas. Y  cada una de ellas ha hecho un corte con su historia personal buscando una vida distinta.
Helene se encuentra con su propia historia y con las heridas que sufrió cuando encuentra  a Theo y lo tiene  como alumno. Cecile, quien se da cuenta que sufre desde antes problemas psicológicos, busca ayuda y  toma conciencia de la incomunicación que se ha instalado entre el marido y ella, considerándolo un Otro extraño.
Narrada con ritmo la novela se lee velozmente y pone en foco distintos problemas no solo individuales sino también sociales como la problemática del alcoholismo a edades tempranas, las familias deshechas por el divorcio y el desamparo de los hijos,  la desocupación y los problemas que conlleva, la incomunicación en todos los niveles tanto en la escuela como en las familias.
El título de la novela Las lealtades obedece a la lealtad que puede sentir cada personaje respecto a los otros y también cada uno, en el caso de Helene  y de Cecile, a sus propias historias de vida, tratando de reparar viejas heridas.
Es una novela con personajes reales, narrada con una gran talento y  humanidad, que conmueve y también concientiza.

Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966) vive en París. En Anagrama ha publicado Días sin hambre: «Maneja la materia autobiográfica con una contención que remite a Marguerite Duras» (Marta Sanz, Mercurio); «Merece la pena leerlo porque hay en él pasajes emocionantes y también una buena cantidad de información valiosa. Una aproximación reveladora» (Pablo Martínez Zarracina, El Correo Español); Nada se opone a la noche, que la consagró internacionalmente, ha vendido en Francia más de ochocientos mil ejemplares, ha sido publicada por una veintena de editoriales extranjeras y ha recibido el Premio de Novela Fnac, el Premio de Novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de Francia, el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro y el Gran Premio de las Lectoras de Elle: «Este magnífico testimonio la confirma escritora contemporánea de referencia. Imprescindible» (Sònia Hernández, La Vanguardia); «Con sobriedad y precisión, sin sentimentalismo (pero no sin sentimiento), Delphine de Vigan firma una inteligente, magnífica e implacable novela» (Elvira Navarro, Letras Libres); y Basada en hechos reales, galardonada con el Premio Renaudot y el Goncourt de los Estudiantes, y llevada al cine por Roman Polanski: «Una novela aterradora… Indispensable libro, con una autoridad moral infinita» (Ángeles López, La Razón); «Hace alarde de maestría expresiva para disolver los límites de lo que es verdad y lo que es mentira… Apasiona ver hasta dónde lleva De Vigan su experimento de narradora que se autocuestiona» (Robert Saladrigas, La Vanguardia), y su más reciente novela  Las lealtades.



jueves, 9 de abril de 2020

Vida y obra de Ismael Parraguez - Reinaldo E. Marchant


Reinaldo E. Marchant y la actriz Verónica Oddó Parraguez,
 nieta de Ismael Parraguez

Reinaldo E. Marchant con alumnas de una de las escuelas de lugares donde vivió el poeta Ismael Parraguez y que figuran  en el libro 

Vida y Obra de Ismael Parraguez
Reinaldo E. Marchant
Subterranis Ediciones
350 páginas
Santiago de Chile,2020


(Santiago de Chile) Darío Guzmán Cifuentes

La increíble historia del autor de "Los pollitos dicen"

En mi aislamiento de cuarentena, que ya son semanas, he disfrutado de un libro maravilloso: “Vida y Obra de Ismael Parraguez, creador de Los Pollitos Dicen, (Subterranis Ediciones, año 2020, 350 pág, Santiago de Chile)”. Es uno de esos libros distintos, originales y con una propuesta fuera de lo común.
Su autor es el destacado escritor chileno Reinaldo E. Marchant, creador de una veintena de libros, Premio Academia Chilena de la Lengua y Premio Nacional de Literatura del Fútbol Chileno. La voluminosa obra de 350 páginas, está pulcramente editada, con un diseño ejemplar que entra por los ojos. Es, como se dice en lenguaje literario, un libro de arte, por su composición, portada y cuidadoso estilo.
El texto trata, justamente, de la ejemplar biografía de un poeta, narrador, músico y profesor olvidado hace poco más de cien años, quien nació en 1883 y murió repentinamente en el año 1917, a los cortos 34 años. ¡Una lástima!
A pesar de su corta vida, nos explica su acabada cronología, Parraguez compuso bellísimas poesías infantiles, creó himnos en emblemáticas escuelas y diversas novelas que, en su tiempo, tuvieron gran impacto editorial. Además, a pesar de provenir de una sencilla zona rural, su notable nivel artístico lo llevó a sostener vínculos con las principales autoridades artísticas e intelectuales de la época, quienes alababan abiertamente sus obras y lo insertaron en lo más alto de la sociedad artística de entonces.
La vida de Ismael Parraguez fue, en cierta manera, un cuento mágico, un caso único, bello y muy propio de aquellos genios que salen súbitamente de la nada, pasan por este mundo y dejan un patrimonio cultural inmarchitable.
Con la publicación de su libro “Poemas infantiles (1907)”, editado cuando apenas frisaba los veinte años, el reconocimiento no se hizo esperar y sus poesías dedicadas a los niños, al lenguaje de las aves y animales (fue pionero en esta modalidad literaria), a las enseñanzas y moralejas, lo acercaron a los textos de Gabriela Mistral y de otros próceres de su tiempo.
Lo más asombroso fue que sus poesías coloquiales, de limpias palabras y ubicación perfecta, fueron tomadas inmediatamente por músicos y así fue que su mundialmente conocido poema “Los pollitos”, rápidamente se cantara como villancico por toda Sudamérica.
Hasta hoy en internet se halla lleno de videos, en casi todos los idiomas del mundo, entonando de numerosas maneras ese tema. Hasta grupos de rock lo han utilizado. Lo malo reside en que nadie sabía de buena tinta quién era el autor, hasta ahora, pues la publicación de este libro viene a poner las cosas en su lugar y, al fin, se sabe que su autor es Ismael Parraguez Cabezas, que nació en Pichidegua, Sexta Región del sur poniente de Chile. ¡Qué honor!
El autor de la comentada biografía, trabajó con maestría su historia: para sacarlo del inmerecido anonimato en que estaba Ismael Parraguez, en la misma localidad donde nació el poeta, desarrolló un homenaje póstumo y literario con el mundo que amaba Parraguez, los niños y educadores.  Involucrado como escritor en el aula, fue enseñando quién era y quién fue este famoso prohombre olvidado, que nació en el mismo lugar de aquellos niños, que seguramente oían con asombro la existencia de semejante coterráneo famoso.
De tal modo que el libro consta de un brillante análisis literario sobre la abundante obra de Ismael Parraguez, realizada por Reinaldo Marchant, con datos biográficos, reseñas sobre sus libros, comentarios de autoridades educativas de aquellos años, y un seguimiento al detalle de sus piezas literarias.
Luego se presenta los más relevantes textos de “Poemas infantiles”, donde el lector puede apreciar la pluma natural y versátil de Parraguez. A renglón seguido, figura el tributo de alumnos y docentes que, a través de poesías y cuentos, le dedican con amor al poeta y docente nacido en su propia tierra.
Más adelante, aparece un segmento de fotografías ofrecidas por el Museo de la Educación, que generan un dejo de nostalgia y brindan, a la vez, más brillo a este precioso volumen, pues permite entrar a la intimidad familiar y a los encuentros artísticos del autor.
El final del extenso libro se completa con una acabada cronología de Ismael Parraguez, que contiene una serie de datos relevantes, publicaciones que materializó, detalles fecundos de su breve vida, premios, reseñas…
He releído varios pasajes de este especial libro biográfico. Especialmente llaman la atención las poesías infantiles de Parraguez, con sus enseñanzas y moralejas, que perfectamente podrían dictarse en la colegiatura básica en estos tiempos, por la ternura, amor a la Naturaleza y aprecio a los valores que todo infante debe conocer en su más corta edad.
Dice José Tadeo Sepúlveda:
“Sus poesías y Cantos Infantiles vienen a tiempo para satisfacer una doble necesidad pedagógica. Sus poesías son dignas de recomendación por su claridad y sencillez, por la elección de sus temas, en una palabra, por su índole y estilo verdaderamente infantiles”.
De la misma manera, este volumen nos lleva a pensar en tantos grandes escritores olvidados, que merecen salir a la luz. Por ello, cabe resaltar el empeño de su autor por sacar adelante  esta obra, la adhesión sincera brindada para el cometido de la ejecución (que el propio Marchant destaca en las primeras hojas) y, especialmente de las autoridades del pueblo natal de Ismael Parraguez, su Alcalde Adolfo Cerón y el Director de Educación Jaime Morales, quienes apoyaron en desterrar a un hijo pródigo de aquellas fértiles raíces sureñas y quedarán, a no dudar, como las personas que se ocuparon de rescatar un precioso acervo patrimonial que se hallaba durmiendo hace un siglo en el olvido.
En definitiva, un libro entrañable, que hizo más amena estas mis horas de aislamiento y que, como toda obra con propósito serio, cultural, me brindó felicidad y me presentó a un valioso autor que, realmente, ignoraba: a Ismael Parraguez, el famoso autor del inmortal poema infantil “Los pollitos”.

 (c) Darío Guzmán Cifuentes
Santiago de Chile



martes, 24 de marzo de 2020

La intrusa -Éric Faye



La intrusa
Éric  Faye
Editorial Salamandra
Traducción del francés de José Antonio Soriano Marco
Barcelona, 2010
112 páginas

(Buenos Aires)

Esta novela de Éric Faye (Limoges, 1963) transcurre en Japón. El personaje principal, Shimura, es un hombre que pasa los cincuenta años, de profesión meteorólogo, un personaje solitario que habita en una casita en las afueras de Nagasaki.
A partir de una noticia aparecida en los periódicos, Faye construye una historia, donde poco a poco, Shimura va descubriendo que no está solo en la casa. Alguien deja rastros.  Al principio de la novela, estos descubrimientos parecen fruto de la imaginación del personaje. No se sabe si lo que ocurre  es real o si Shimura se imagina
lo que percibe,  pequeños faltantes en los alimentos, en la heladera, por ejemplo.
El personaje llega a obsesionarse con estos indicios y coloca una cámara en la casa que puede vigilar desde la oficina.
Así llega a percibir la silueta de una mujer desconocida que irrumpe en la cocina y come mientras él no está.
A pesar de haberla visto, Shimura continúa preguntándose si lo que ha visto en la pantalla de la computadora es real o se lo ha imaginado y hasta llega a pensar en que pueden ser los espíritus del lugar, los kamis.
Pero al volver a la casa comprueba una vez más que algún alimento que conservaba en la heladera ha desaparecido.
La soledad de Shimura va quedando al descubierto con sus pensamientos, sus observaciones. Es un hombre solitario y aislado, a pesar de tener compañeros en el trabajo. Tiene una hermana a la que no ve con frecuencia.
Una sociedad altamente tecnificada, aparece de fondo en la narración. Una documental anticipa que robots con rostro humano, femenino, ocuparán en diez años puestos de trabajo como recepcionistas, por ejemplo.
El personaje sigue vigilando la casa por medio de la webcam en la oficina y comprueba que es la silueta de la misma mujer que ha aparecido en la cocina. Entonces llama a la policía para denunciarla.
Cuando la policía llega descubren el escondite de la mujer. Hasta aquí el suspenso. Las dudas del personaje tienen una similitud  con las del personaje de El copartícipe secreto de Joseph Conrad que plantea el tema del doble.
A partir del descubrimiento, la historia se desarrolla como una crónica, la mujer es detenida y enjuiciada. Es una mujer desempleada, sola,  que pasa los cincuenta años, sin un lugar donde vivir y que guarda una historia de vida triste que se descubre al final, cuando la mujer le escribe una carta a Shimura.
La memoria, en este caso, juega un papel fundamental en la historia. Es la memoria de los lugares donde habitamos, el deseo de volver y de recuperar algo de la felicidad del tiempo ahí transcurrido.
Narrada con un estilo exquisito, sobrio y con poesía,  esta novela de Éric Faye se lee con placer.
Mereció el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 2010.
Éric Faye es escritor y periodista, autor de relatos y ensayos, relatos fantásticos y novelas.
Ha sido ganador además, del Premio   De Les Deux Magots, el premio Unesco-Francoise Gallimard.


sábado, 15 de febrero de 2020

La resolana. Cuentos Reunidos de Susana Szwarc


La resolana
Cuentos reunidos
Susana Szwarc
Prólogo de Ana María Shua
Editorial Contexto


(Buenos Aires)
 En el libro La Resolana hay cuentos reunidos de Susana Szwarc, seleccionados de tres libros: “El Artista del Sueño y otros cuentos” (1981), El azar cruje” (2006), “Una felicidad liviana” (2007), un texto publicado en la Revista Tokonoma, textos inéditos y Microrrelatos. Fue publicado por Editorial Contexto, de Resistencia (Chaco), en la Colección “Los Imprescindibles” en la que convergen los más destacados autores regionales.
Tiene un prólogo de la admirada Ana María Shua que hace un análisis fantástico de la obra.
Subrayo lo que dice Ana María Shua sobre el orden poético y polisémico de la escritura de Susana Szwarc. Yo diría un orden no lineal, por ser poético es un orden no lineal, analógico, donde lo real pierde su cauce y se fragmenta. Y el agua, que está presente todo el tiempo, “es como el compuesto de un mundo que arrasa. Ya derramado el cauce no hay lugar para la lógica convencional.” Dice Ana María Shua -y es así- que los personajes son “desterrados del mundo que corren tras un lugar en la realidad”. 
Haciendo honor a la verdad debo decir sin temor a equivocarme que es el libro de cuentos, de relatos, más maravilloso que leí en mi vida.
Sentí que hay mucho silencio en el libro. Un silencio que suena más fuerte que las palabras, el silencio de lo que pareciera indecible. Es un silencio que se dice con inocencia, con crudeza, con belleza. Las cosas se impregnan de emociones, de sentido, de historia.
Y no hacen falta ampliaciones declarativas.
Hay una cita de Nicolás Rosa al inicio del libro: “¿Qué cosa es escribible?” -se pregunta.  “Esta pregunta, al deshumanizarnos nos enfrenta al desierto de la historia”. Cuando el encargo social es el que decide qué es lo escribible y lo que no.
En “El artista del sueño”, el cuento con el que se inicia el libro, el artista del sueño que había sido depositario de sueños inconclusos pretendía alguna vez descubrir el final de la historia. Quería seguir soñando, pero colocaron diques a esos sueños, les pusieron precio e hicieron demasiado ruido.
“Las autoridades, viendo el fervor que producía ese extraño sujeto decidieron protegerlo y alimentarlo, y aumentar así la industria turística” (…) “Ahora sólo los pájaros cantan”.
 “Palomas espantadas” pareciera una obra teatral dentro de un cuento. Una mujer aplaude -imitando a una paloma- al espectáculo “La muerte de la paloma”.
 Ambos cuentos terminan en el silencio.
También está presente el silencio en “Incertidumbre”, y siento que en los cuentos hay desdoblamientos, las fronteras son borrosas como el título del libro, entre el yo y el otro o lo otro, entre el adentro y el afuera, dos mujeres que se miran a los ojos, mujer y pájaro. El relato puede terminar de modo imprevisible, feroz, libre, como en el juego, ese espacio transicional entre el yo y lo otro donde todo es posible, lo decía Winnicott en “Realidad y Juego”.
Dice en “Incertidumbre”:
“Hace horas y horas y días que espero, ¿soy yo la perdida o se han perdido aquellos a los que espero?”, “Me asusta demasiado el vuelo del pájaro, creo que el pájaro también tiene miedo porque se enreda sobre mi cabeza”, “Debería encender el fuego, sin embargo, sigo aquí sentada sobre el polvo”.
En “Contemplación” el afuera pareciera absorber el adentro hasta tener un valor ontológico propio. Dice: “el único sentido de mi existencia se convirtió en ese contemplar las fotografías inmensas”.
En “Una pequeña mujer y un pequeño Juez” se lee:
“Sr. Juez, hace tantos días y noches que camino sin detenerme huyendo de un crimen, pero ya no tengo fuerzas para resistir. (…) Quiero que me encierre en alguna celda vacía porque soy yo la que quiere matar, sin querer”.
En “No camines en el barro”: “…hace mucho que no llovía en el pueblo y las lágrimas mojaban extrañamente la tierra”. Es un cuento que tiene varios finales. De este cuento se hizo una ópera, inspirada en el cuento y con el mismo nombre “No camines en el barro”, que fue estrenada en Carlos Paz.
En “Jabalí” se habla de las desapariciones, del desprendimiento de cuerpos extraños. Se lee:
“Miré el pulgar de la infancia. Había dejado de sangrar y la cicatriz había desaparecido ¿cuándo? Antes se veía esa línea, ahora la cicatriz estaba sola en la memoria. Sin cuerpo. Sin mancha. A la deriva”.
“Me puse a buscar “El dolor” de Vladimir Holan. Quería leerlo, pero me distrajo una gillette que estaba como un pétalo entre las páginas”. Un Holan que luego pregunta: “Crees que no soy más mortal que mi cuerpo” y escribe en un papel: “El pensamiento perdido en los ojos del ciervo / reaparece de nuevo en la risa de un perro”. 
En “Apelación” el afuera va hacia adentro. Y dice “Por eso me quedó esta costumbre de -tirada en cualquier parte, un pedazo de tierra, un andén –mirar el cielo, encontrar las nubes gruesas, alimentadas, y sólo así, hacia esas nubes, jadeo, grito, el mundo entra en mi boca”. 
Siento que la escritura de Susana Szwarc es una escritura en carne viva, conmovedora. Por momentos es una crónica entre el afuera y el adentro, donde conviven tiempos y dimensiones diferentes, donde las cosas tienen alma y vida propia y dicen lo indecible. No hay nada explícito. Parte de un misterio y va hacia otro, entre silencios, nubes, lloviznas, inundaciones, diques. Vagones que se suceden, desbordan tiempos y lugares y contienen, a veces.
En el cuento “De lápida en lápida” se lee: “En el cementerio nos escondimos todas, entramos todas, debajo del vestido de mamá / Cuando salimos cada una era más alta que ella. Comenzamos a despedirnos”.
Luego viene “de Una felicidad liviana”. Las frases, las palabras se van hilando como cuentas, cada una encierra un mundo, aunque parecieran estar en un derrotero sin sentido, y tampoco preocupa profundizar demasiado en eso. En “Anotaciones” dice “A mí no me gusta que me exploten / A mí tampoco/ A mí tampoco / Ni a mí. Estoy cansada/ Vamos a dormir / Hace frío / Estirá los diarios/ Está amaneciendo /Me abrazás / Dale, mostrame qué anotaste”.
En “El Pañuelo” me pregunto cómo se puede contar lo más tremendo con palabras tan inocentes y bellas. Se lee “Hasta ahí nuestra madre saltaba de un lado al otro del pañuelo. Era las dos nenas de las escuelas de Polonia o en Sudáfrica o en El Salvador o en la escuela argentina o. Decía, como actriz/relatora no recordar el país exacto, el año exacto pero que -para esta historia- daba lo mismo...”
En “Profundidad” dice “No quiero hundirme en la profundidad. La oscuridad me da miedo. No soy un árbol. Si meto mis piernas en la tierra profunda será como no ver el sol. Me gusta corretear por la superficie. Pero si todo lo que pedís para amarme es la profundidad, te prometo morir y que mi tumba sea la más profunda de la tierra”.
“Circular” me recordó otra de las citas del principio, de Wislawa Szymborska “En los trágicos desfiladeros el viento se lleva los sombreros y eso nos da risa”.
Y ahora, al final de la lectura regreso a la frase del principio. La cita de Nicolás Rosa: “Escribir algo, hacer del verbo escribir un verbo transitivo. Ya no se trata de saber quién escribe o por qué escribe, sino saber qué cosa es escribible, pregunta que al deshumanizarnos nos enfrenta al desierto de la historia. Esto me recuerda otra frase de Clarice Lispector en un Soplo de Vida: “Pero la palabra fue de a poco desmitificándome y obligándome a no mentir”.
En la presentación de este libro en la feria del libro en Resistencia, Chaco, hace un mes,  ha dicho la escritora y antropóloga Elizabeth Bergallo: La escritura de Susana Szwarc es una escritura en carne viva, conmovedora. Por momentos es una crónica entre el afuera y el adentro, donde conviven tiempos y dimensiones diferentes, donde las cosas tienen alma y vida propia y dicen lo indecible. No hay nada explícito. Parte de un misterio y va hacia otro, entre silencios, nubes, lloviznas, inundaciones, diques. Vagones que se suceden, desbordan tiempos y lugares y contienen, a veces. Haciendo honor a la verdad debo decir sin temor a equivocarme que es el libro de cuentos, de relatos, más maravilloso que leí en mi vida.

(c) Graciela  Elizabeth Bergallo
Graciela Elizabeth Bergallo es escritora y Magister en Antropología Social 



La presentación del libro por Graciela Elizabeth Bergallo se realizó en la Feria del Libro de Resistencia, Chaco y  en Buenos Aires en la Sala Pugliese del CCC con la presencia de los escritores Ana María Shua, Francisco Tete Romero y Juano Villafañe, música del compositor Fernando Maglia y cuentos en la voz de la actriz Susana Varela.

Susana Szwarc  nació en Quitilipi, Chaco. Ha publicado  libros de poesía y narrativa. Son algunos en poesía: Bailen las estepas, Edic. De la flor (1999), reeditado en  Ediciones Liliputienses, España (2016);  Bárbara dice, Editorial Alción (2004) / en francés: Barbara dit, Abra Pampa Éditions (2014); El ojo de Celan, Ed.Alción (2015) /en italiano:   L’Occhi di Celan, Edizioni  Fili d’Aquilone (2016) en breve su reedición en la Editorial Polibea.  En prosa ha publicado entre otros: Trenzas, ed. Legasa en 1991, reeditado  en Ediciones Entropía (2016)  y publicado recientemente en Austria en la editorial Löcker con traducción de Erna Pfeiffer; La muertita o la novela que, Ed. La mariposa y la iguana (2016);  ha sido la antóloga, entre otras antologías, de  Puentes poéticos, (edic. Desde la gente, 2018).  En el 2011 fue estrenada en Carlos Paz (Córdoba) la opereta No camines en el barro  compuesto por Cristian Varela, basado en un cuento del mismo nombre. Ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos Premio Regional por Trenzas; Premio Único de Poesía por la Secretaría de Cultura de Buenos Aires y la Beca del Fondo Nacional de las Artes.








jueves, 17 de octubre de 2019

Ensayo sobre la piel 2011-2016- Liliana Lukin

Liliana Lukin 


















Ensayo sobre la piel
2011-2016
Liliana Lukin
Ediciones Activo Puente

(Buenos Aires)
“Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y eso tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte…” dice Jorge Luis Borges en su ensayo La ceguera.
Escritoras como la francesa Simone de Beauvoir y la norteamericana Joan Didion entre otras  han escrito sobre la muerte y el duelo por seres queridos. En Una muerte muy dulce  Simone de Beauvoir escribió sobre los últimos días de su madre. Joan Didion lo hizo en El año del pensamiento mágico, donde expresa el dolor por la muerte del marido, el escritor John Gregory Dunne   y Noches azules, por la muerte de la hija.
Liliana Lukin convirtió el dolor  y el duelo en poesía en su Ensayo sobre la piel 2011-2016.

La poeta dice en

 "Junio 2011


proliferar se ha vuelto
una frase, las volutas del
deseo de proliferar en mí misma,
las punzantes intenciones
se me disuelven en accidentes
mentales, circunvoluciones
en desuso, el cuerpo vivo
de las ideas muertas frente a mí


Acerca de acontecimientos que habían comenzado a mostrar
La rara condición de la salud de mi hermano, cuyos síntomas,
De deterioro cognitivo, no eran muy evidentes. Sus estudios
Neurológicos, en 2009, fueron “normales”."

Con este poema se inicia el Ensayo sobre la piel, una larga despedida a Osvaldo, el hermano que se ha enfermado y poco a poco se va deteriorando. Diagnosticado erróneamente, a los 51 años, con “demencia fronto-temporal” por un neurólogo, los poemas se intercalan por textos donde se describe  una peregrinación por  médicos, diagnósticos, una internación psiquiátrica indebida hasta un diagnóstico de Alzheimer en 2011.

Osvaldo, internado después en geriátricos padece maltratos . La poeta lo expresa así:

"Enero 2014
yo, cuidando que los viejos no
le vieran el cuerpo, desnudo
y en pañales, y él, un faquir
yaciendo sobre las agujas de su mal,
recibía esas visitas con agrado

Internado con deshidratación grave. Desde diciembre de 2014 en un geriátrico nuevo, sin cuidador por las tardes, estuvo sin aire acondicionado, con 50° de temperatura, atado a su silla en el barral del pasillo de los dormitorios del primer piso. Nadie estaba en Buenos Aires y no me permitieron hacerme cargo de la situación, ni pagar más horas al cuidador para que lo bajara al jardín, caminara y permaneciera en el patio."

Franz Kafka dijo “Escribir es rezar”. Liliana Lukin lo cita al final del libro:
“…Hundirse en la noche! Así como a veces se sumerge la cabeza en el pecho para reflexionar, sumergirse por completo en la noche.
Alrededor duermen, los hombres.
Un pequeño espectáculo, un autoengaño inocente, es el de dormir en casas, en camas sólidas, entre sábanas, bajo techo seguro, bajo mantas; en realidad se han encontrado reunidos como antes una vez y como después en una comarca desierta: Un campamento al raso, una inabarcable cantidad de personas, un ejército, un pueblo bajo un cielo frío, sobre una tierra fría, arrojados al suelo allí donde antes se estuvo de pie, con la frente contra el brazo, y la cara contra el suelo, respirando profundamente. Y tú velas, eres uno de los vigías, hallas al prójimo agitando el leño encendido que tomaste del montón de astillas, junto a ti.
¿Por qué velas? Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahí”
                                                  Franz Kafka

Ensayo sobre la piel 2011-2016  es uno de los libros que se deberían leer cuando una persona cercana se enferma y se va deteriorando como en el caso de Osvaldo, ya que en estos poemas se expresa con profundidad el dolor y el sentimiento de impotencia que se sufren en una situación similar.




Liliana Lukin, (Buenos Aires, 1951). Publicó, desde 1978, 16 libros de poesía y se reeditan títulos desde 2011. Es autora de ensayos sobre poética y sobre representación del cuerpo en la tortura y la represión, con los que dio seminarios en universidades del exterior. Sus libros se publicaron en francés, inglés, alemán y polaco.
De 1988 a 2000 coordinó los “Encuentros de Escritores” y editó los “Cuadernos de Narrativa Argentina”. Egresada de Letras de la UBA, docente en la UNA, de 2007 a 2012 organizó las “Jornadas Cuerpos Argentinos” y de 2004 a 2015 coordinó la Clínica de Escritura Poética de la Biblioteca Nacional Argentina, donde fundó Colección miliuna de Poesía. Tiene inéditos  El Museo de los Niños y La Edad es la puerta de la belleza.
En noviembre 2019 es invitada a la Universidad de Lovaina, Bélgica, donde participará en la Jornada sobre el Discurso amoroso, sobre la retórica erótica en la poesía latinoamericana, y donde se analizará su obra poética, con una lectura de poemas y una entrevista final.
Es invitada también a la Universidad Sorbonne3, París, Francia, donde participará con un trabajo en el CRICCAL, sobre el tema Archivo.

www.lilianalukin.com.ar



Ha publicado poemas en diversas ediciones del Suplemento de poesía de la Revista Archivos del Sur. En 2018 publicó Poemas inéditos:
https://suple2018.blogspot.com/2018/05/liliana-lukin.html

bibliografía:
Jorge Luis Borges, Siete noches, Biblioteca Borges, Alianza Editorial
Ron Marasco-Brian Shuff, Sobre el duelo, La pérdida, el consuelo y el crecimiento interior, Editorial Océano
Joan Didion, El año del pensamiento mágico, Random House Mondadori S.A.


domingo, 18 de agosto de 2019

La vejez - Simone de Beauvoir



El segundo sexo- tapa del libro

La vejez 
Simone de Beauvoir
Traducción de Aurora Bernárdez
Ediciones DEBOLSILLO

Buenos Aires, 1970

(Buenos Aires)

La filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir (1908-1986) e inseparable compañera de Jean Paul Sartre durante más de cincuenta años escribió entre otras obras que le han dado fama universal como El segundo sexo, el ensayo La vejez. Dado que es un tema que se esquiva o del que se habla poco, considero necesario recordar este libro de Beauvoir.
En la introducción, la escritora cita a Buda: “Cuando Buda era todavía el príncipe Sidarta, encerrado por su padre en un magnífico palacio, se escapó varias veces para pasearse en coche por los alrededores. En su primera salida encontró a un hombre achacoso, desdentado, todo lleno de arrugas, canoso, encorvado, ahoyado en un bastón, balbuceante y tembloroso. Ante su asombro, el cochero le explicó lo que es un viejo: “Qué desgracia – exclamó el príncipe – que los seres débiles e ignorantes, embriagados por el orgullo propio de la juventud, no vean la vejez. Volvamos rápido a casa. De qué sirven los juegos y las alegrías si soy la morada de la futura vejez”.
Buda reconoció en un anciano su propio destino porque, nacido para salvar a los hombres, quiso asumir su condición total. En eso se diferenciaba de ellos, que eluden los aspectos que les desagradan. Y en particular la vejez. Norteamérica ha tachado de su vocabulario la palabra “muerte”: se habla del ser querido que se fue; asimismo, evita toda referencia a la edad avanzada. En Francia, actualmente, es también un tema prohibido. Cuando al final de La fuerza de las cosas infringí ese tabú, ¿qué indignación provoqué? Admitir que yo estaba en el umbral de la vejez era decir que la vejez acechaba a todas las mujeres, que ya se había apoderado de muchas. ¡Con amabilidad o con cólera mucha gente, sobre todo gente de edad, me repitió abundantemente que la vejez no existe! Hay gente menos joven que otra, eso es todo. Para la sociedad, la vejez parece una especie de secreto vergonzoso del cual es indecente hablar. Sobre la mujer, el niño, el adolescente, existe en todos los sectores una copiosa literatura; fuera de las obras especializadas, las alusiones a la vejez son muy raras. Un autor de historieta tuvo que rehacer toda una serie porque había incluido entre sus personajes a una pareja de abuelos: “Suprima a los viejos”, le ordenaron. Cuando explico que estoy trabajando en un ensayo sobre la vejez, la más de las veces me dicen: “¡Qué idea…! ¡Si usted no es vieja…! Qué tema triste…”.”
En esta obra donde aborda distintos temas que conciernen a los seres humanos en la etapa de la vida
llamada vejez, Simone de Beauvoir señala que “el momento en que comienza la vejez está mal definido, varía según las épocas y los lugares. En ninguna parte se encuentran “ritos de pasaje” que establezcan un nuevo estatuto. En política, el individuo conserva toda su vida los mismos derechos y los mismos deberes.
El Código Civil no establece ninguna distinción entre un centenario y un cuadragenario. Los juristas consideran que fuera de los casos patológicos, la responsabilidad penal de los hombres de edad es tan cabal como la de los jóvenes. Políticamente no se los considera una categoría aparte y por lo demás ellos no lo querrían; existen libros, publicaciones, espectáculos, emisiones de televisión y de radio destinadas a los niños y a los adolescentes, a los viejos, no. En todos esos planos se los asimila a los adultos más jóvenes. Sin embargo, cuando se decide su condición económica parece considerarse que pertenecen a una especie extraña; no tienen ni las mismas necesidades ni los mismos sentimientos que los otros hombres puesto que basta acordarles una miserable limosna para sentirse en paz con ellos. Esta ilusión cómoda es acreditada por los economistas, por los legisladores cuando lamentan el peso que los no activos representan para los activos, como si éstos no fueran futuros no activos y no aseguraran su propio futuro instituyendo la protección de las gentes de edad. Los sindicalistas no se equivocan; cuando formulan reivindicaciones siempre atribuyen una parte importante al problema de la jubilación.
Los viejos, que no constituyen ninguna fuerza económica, no tienen los medios para hacer valer
sus derechos; el interés de los explotadores es quebrar la solidaridad entre los trabajadores y los
improductivos, de modo que éstos no sean defendidos por nadie. Los mitos y los estereotipos que
el pensamiento burgués ha puesto en circulación tratan de mostrar que en el viejo hay otro: “Con
adolescentes que duran un número bastante grande de años, la vida hace viejos”, observa Proust;
conserva las cualidades y los defectos del hombre que siguen siendo . Eso es lo que la opinión
quiere ignorar…”.
A lo largo de las páginas de La vejez, la escritora francesa aborda también a algunos escritores que
escribieron sobre esa etapa, por ejemplo el poeta Walt Whitman:
“Contemporáneo y amigo de Emerson, Whitman se inspiraba en un optimismo vitalista. Cantaba
la vida en todas sus formas. Cuando estaba en la fuerza de la edad, exaltó líricamente la vejez.
Se lee en Hojas de hierba:
                                          A la vejez

Veo en ti el estuario que se agranda y se extiende magníficamente
A medida que se derrama en el gran océano.
Y en otro poema:
Juventud amplia, robusta, voraz; juventud llena de gracia, de fuerza, de fascinación.
¿Sabes que la vejez puede venir tras de ti con la misma gracia, la misma fuerza,
la misma fascinación?
Día pleno y espléndido, día de sol, de la acción, de la ambición, de la risa inmensa.
La noche te sigue de cerca con sus millones de soles y su sueño y sus reconfortantes
tinieblas.
Fulminado a los 54 años por un ataque, él, que desbordaba de energía y amaba
apasionadamente la naturaleza, se encontró clavado en un sillón de inválido,
semiparalítico. Se empeñó en soportar la prueba con serenidad. A fuerza de voluntad,
en tres años volvió a caminar. Vivía entonces en casa de su hermano, en la pequeña
Ciudad de Camden; a los 65 años se encontró lo bastante bien como para instalarse
en una pequeña casita propia. Un año después, de resultas de una insolación, un nuevo
ataque le dejó con las piernas y los huesos “transformados en gelatina”. …”
Walt Whitman se recuperó, de vez en cuando para ganar algo de dinero hacía alguna
lectura pública. Escribía.
Otros ejemplos citados por Beauvoir son Swift y Goethe. Este último a los 80 años
no tenía ningún achaque: “sus facultades, su memoria entre otras, estaban intactas”.
Sin embargo, Goethe a los 82 años tenía pequeños desfallecimientos y luego recobraba
el equilibrio. Sólo trabajaba por la mañana. Había renunciado a viajar. Durante el día,
dormitaba a menudo.
En cuanto a Tolstoi, la filósofa señala que el vigor de éste era legendario. “Lo debía al
cuidado con que lo preservaba. A los 67 años aprendió a andar en bicicleta y en los
años siguientes hizo largas excursiones en bicicleta, a caballo y a pie; jugaba al tenis,
tomaba baños helados en el río; en verano guadañaba, a veces, durante tres horas
seguidas. Trabajaba en Resurrección, escribía su Diario y numerosas cartas, recibía
visitas, leía, estaba al corriente de lo que pasaba en el mundo…”.
Otro caso citado por Simone de Beauvoir es el pintor Renoir: “A partir de los 60 años,
Renoir vivió semiparalítico. Ya no podía caminar. Tenía la mano rígida. Sin embargo
siguió pintando hasta su muerte, a los 78 años. Alguien apretaba los tubos de color
sobre la paleta. Le ataban a la articulación de la mano un pincel que sostenía con un
dedil y dirigía con el brazo. “No se necesita la mano para pintar”, decía. Se paseaba
por el campo en un sillón de ruedas o, si las cuestas eran demasiado empinadas, tenía
la impresión de hacer incesantes progresos y eso le proporcionaba grandes alegrías.
Su único pesar era que el tiempo que lo enriquecía como artistas, con el mismo
movimiento lo acercaba a la tumba”.
“A los 70 años Giovanni Papini tenía todavía buena salud” dice Beauvoir. El 9 de enero
de 1950 escribía a un amigo: “Todavía no percibo la decadencia senil. Siempre tengo
grandes deseos de aprender y de trabajar”. Trabajaba desde hacía mucho tiempo en
dos libros que consideraba los más importantes de su obra: El Juicio Universal, del que
en 1945 había escrito 6.000 páginas y El Informe de los hombres. Escribió un libro sobre
Miguel Ángel y comenzó El Diablo. Se le manifestó entonces una esclerosis lateral
amiotrófica, enfermedad que termina fatalmente (pero seguramente él no lo sabía)
en una parálisis bulbar. Cristiano ferviente, atribuía un valor espiritual al sufrimiento
y se inclinaba ante la voluntad divina. Sin embargo le preocupaban sus dos grandes
obras inconclusas. “Necesitaría leer y releer, y también dos ojos nuevos, días sin sueño,
medio siglo por delante. En cambio, estoy casi ciego y casi moribundo”.
Ernest Hemingway escribió la novela El viejo y el mar. En esta obra, citada por  la
escritora francesa, el personaje es un viejo pescador que parte solo a pescar un enorme
pez cuya captura lo agota. Consigue llevarlo a tierra pero no defenderlo de los tiburones
y lo que abandona en la orilla es un esqueleto sin carne. Poco importa, dice Beauvoir,
“la aventura tenía un fin en sí misma: para el viejo se trataba de negar la vida vegetativa
que es la de la mayoría de sus semejantes y afirmar hasta el fin los valores viriles de coraje,
de aguante. “Un hombre puede ser destruido, pero no vencido”, dice el viejo pescador.

Simone de Beauvoir escribió los libros La invitada, Los mandarines, El segundo sexo y
Memorias de una joven formal, La plenitud de la vida, La fuerza de las cosas, Final de cuentas,
Diario de guerra, Todos los hombres son mortales, Los mandarines, La mujer rota, La sangre
de los otros, El existencialismo y la sabiduría de los pueblos, entre otros.
Y tras la muerte de Sartre, La ceremonia del adiós.
El libro Una muerte muy dulce, está escrito recordando la última etapa de la vida de su  madre.