lunes, 18 de abril de 2011

Las trampas de la naturaleza - María Carman



Las trampas de la naturaleza
Medio ambiente y segregación en Buenos Aires
María Carman
Fondo de Cultura Económica

(Buenos Aires)

María Carman escribió este libro después de intensos años de trabajo de campo. Carman, doctora en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Conicet, además de docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, investigó distintos lugares de Buenos Aires tales como la Aldea Gay, la Villa Rodrigo Bueno, lugares segregados y también en la contracara de estos lugares, es decir lo que ella llama en el libro “Los barrios con candado en el jardín de Epicuro”.
Los primeros son dos casos de propiedades públicas ocupadas. Por un lado, unas cuatrocientas familias procedentes de otras provincias argentinas y de países cercanos expandieron la Villa Rodrigo Bueno en terrenos lindantes con la Reserva Ecológica Costanera Sur, a los pies del moderno y lujoso barrio de Puerto Madero. El capítulo I se ocupa de la formación y el desalojo parcial de la Villa Rodrigo Bueno, de los conflictos e intereses, del papel que le cupo al Estado, y de la naturaleza en cada una de tales instancias: la naturaleza para disfrute de todos, la naturaleza como recurso para vivir, la naturaleza para ver desde lo alto.
El otro grupo no solo ocupaba propiedad pública (una franja detrás de Ciudad Universitaria hacia donde se extiende el Parque de la Memoria y la Reserva Natural), sino que transgredía códigos morales. Se trata de algunas parejas gay que, después de vivir en la calle y del cartoneo (algunos también ejercían o habían ejercido la prostitución), levantaron allí sus precarias viviendas y dieron nombre a la villa creada: la Aldea Gay, a la que se fueron agregando nuevas familias hasta formar un núcleo de más de trescientos habitantes. La identidad cuestionada – y causa de abusos y persecuciones – estaba dada por la opción sexual que, apenas unos pocos años después, sería objeto de uno de los cambios culturales más significativos: la ley de matrimonio igualitario. En ocasion de su tratamiento, durante los debates (públicos, de los medios de comunicación y en el Congreso de la Nación) la naturaleza fue ampliamente esgrimida.
El capítulo III es un análisis de los discursos estructurados como discursos politicos: el valor cultural que adquiere aquello que porta hoy el estandarte de la naturaleza y la defensa del medio ambiente contra lo que lo degrada y afea, como pueden ser los ocupantes que viven en “estado de naturaleza” y/o contra natura. La cultura asimilada a manifestaciones estéticas puede ser, por el contrario, interpretada como signo de humanidad y sociabilidad. Carman interpreta así la experiencia de un movimiento social que pudo escapar de su identificación como amenaza (en este caso, a la seguridad de “los vecinos” de otro barrio tradicional y popular de la ciudad, Parque de los Patricios) a partir de expresiones estéticas que pueden ser compartidas y comprendidas por quienes se sienten amenazados.
Por otro lado, el capítulo IV “Los barrios con candado en el jardín de Epicuro”, presenta la contracara de la pobreza. Se trata de una autosegregación de las clases acomodadas, a las que la ciudad abierta y diversa se les representa peligrosa.
La autora dice: “…Así como los discípulos de Epicuro buscaban en su filosofía un abrigo contra el dolor,  los habitantes de los barrios cerrados – que se multiplican actualmente como florecían, en aquella época, los jardines de Epicuro – buscan un abrigo contra los peligros foráneos. Los barrios privados son la metáfora de un mundo que no quiere contactarse con el dolor que hay detrás de la belleza.
Carman se pregunta: ¿Qué ha de suceder con aquellos que están naciendo y criándose dentro de los barrios cerrados y sus cajitas chinas: el colegio, el club house y todo el mundo aparte – la burbuja serial – que se pretende armar intramuros?

Apela entonces a la historia de Siddharta (Buda) en un filme, en el cual el príncipe había sido criado en un ambiente alejado de cualquier signo de tristeza o decrepitud. Un día el príncipe pasea en un carro y detrás de sus siervos ve, fugazmente, la figura de un anciano enfermo. Le pregunta a su padre por él, ya que desconoce el significado de las palabras pobreza, enfermedad y vejez; y luego sale al mundo a encontrarse con las experiencias nombradas por esas palabras ignoradas. ¿Saldrán ellos también al mundo extramuros de agoras, diferencias y desigualdades? Se pregunta.

Al final del libro están las conclusiones.
“No podemos comprender las distintas visiones de la naturaleza sin ahondar, al mismo tiempo, en las concepciones de cultura de los sectores implicados. Cuando la naturaleza es apreciada como impoluta y externa al hombre, la cultura suele ser imaginada como exclusivo atributo de los seres “civilizados” (y en los casos más extremos, incluso como un atributo de los animales más “próximos” a la humanidad). Asimismo, el argumento de que los sectores populares dañan la naturaleza por su “ausencia de cultura” reedita bajo el lenguaje de la naturaleza, la vieja creencia de que los problemas de la desigualdad o la pobreza pueden resolverse en el ámbito de la cultura…”.
Quizá lo novedoso de los casos analizados en este libro, dice la autora, es que los sectores populares – y no solo el Estado o los sectores medios – incorporan argumentos ambientales en la disputa.
Desde mi punto de vista, afirma Carman, la actual construcción de problemas socioambientales en la ciudad de Buenos Aires – donde antes, en apariencia, solo había problemas sociales a secas – da cuenta de la progresiva conformación de una “lógica de la equivalencia” (Laclau, 2009) entre distintas demandas de grupos sociales que se consideran directamente afectados, o bien sintonizados con los padecimientos de otros.
En definitiva, Las trampas de la naturaleza, es un libro esclarecedor que puede ser leido tanto por especialistas como por el público en general. 

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